Legión: Trauma

Legión. Trauma: Tooodos locos

Legión: Trauma«Así es como me etiquetan los médicos«

 

Las enfermedades mentales. Ese gran tabú de la sociedad del que sólo se habla en tono de burla o de manera despectiva. Porque nosotros no estamos locos, porque los locos son los demás, porque en el fondo nos aterra todo el universo de las dolencias de la mente por el motivo de que, al estar en la mente, muchas veces no las logramos identificar. Y es muy complicado luchar contra lo que uno no logra ver con claridad.

 

Sin embargo, tal y como dijera Homer en Los Simpson, todos estamos locos. A todos nos persiguen los traumas de nuestra infancia y a todos nos atenaza el miedo ante determinadas situaciones. Ciertamente, hay ‘locuras’ que hacen de la vida diaria un reto aún mayor (no es lo mismo temer a las arañas que vivir encerrado en uno mismo), pero es de idiotas pensar que, habiendo catarros, esguinces, gastroenteritis y todo un extenso catálogo de enfermedades y dolencias para el resto del cuerpo, una máquina tan compleja como lo es nuestro propio cerebro y la manera en que procesa no ya pensamientos, sino sentimientos y emociones, no pueda contar con su propio repertorio de momentos de disfuncionalidad.

 

La manera en que luchamos contra estas ‘locuras’ es muy variada. Algunas son como un catarro, inconscientemente sabemos que toca pasar un día en la cama y cenar algo calentito y que en un par de días estaremos como nuevos. Pero hay otras que no se van con un poco de medicina de andar por casa. Las hay que, como cuando necesitamos dieta y vamos a la consulta de la nutricionista, precisan de una guía que nos ayude a superarlas y las hay que, como cuando la doctora nos receta un potente antibiótico, precisan de ayuda que va más allá de lo físico y lo procedimental para hundir las raíces de la solución en la química (porque, ¡oh sorpresa!, nuestro cerebro es pura química y, a veces, ésta se descompensa). Ahí es donde entran en juego psicólogos y psiquiatras, dos interesantísimas ramas de la medicina y del entendimiento del alma humana que, durante muchos años, han estado estigmatizadas. Casi tanto como las enfermedades a las que se enfrentan estos profesionales.

 

«Por vez primera en mi carrera, dudo de mí misma«

 

Peter Milligan decide ahora, en esta nueva y autoconclusiva historia de Legión, rendir homenaje a este colectivo profesional y, como ya hiciera en el fabuloso tomo de Kid Lobotomy que reseñamos hace poquito, utiliza para ello a un protagonista profundamente torturado por una enfermedad mental que le impide no ya desarrollar su potencial, sino simplemente hacer una vida normal o tratar, de la manera que sea, de ser feliz. Estamos hablando de David Haller, el poderoso hijo del Doctor Xavier que posee una versión radical del trastorno de identidad disociativo (múltiple personalidad, como el antagonista de Múltiple) que se ve agravado por los poderes que manifiestan cada una de sus personalidades y la aparición esporádica de algunas de ellas tan poderosas como para reclamar el trono de convertirse en la principal dentro del receptáculo que es el cuerpo de nuestro protagonista. El guionista sienta al mutante en el diván de una prestigiosa psicóloga para tratar de escarbar, a la manera de esta gamberro autor, en algunos de los traumas reprimidos del personaje para así hacerle avanzar y, quién sabe, tratar de reinsertarlo en la sociedad de la Marvel actual.

 

Legión: Trauma

Legión: Trauma

 

Por supuesto, este rato de terapia va a llevar aparejadas explosiones y toda la demás fanfarria de los cómics de superhéroes. Pero Milligan sabe distribuirlo de tal manera que no olvidemos qué es lo que estamos leyendo, pero que las capas y los disfraces (que, de hecho, aquí no aparecen más que de pasada) no tengan peso en la historia. Importa mucho más demostrar el proceso curativo que inicia en nosotros quien sabe cómo se ha de afrontar este tipo de enfermedades y desterrar el concepto de enfermo/a mental como sinónimo de persona que jamás podría convivir de forma normal en sociedad. Cualquiera de los que te rodean (tu taxista, tu jefe, tu amigo más íntimo, tus propios padres o tú mismo/a) puede ser víctima de una cosa tan básica (y a la vez tan compleja) como los trastornos de ansiedad. ¿Es peor o se integra peor en sociedad? No. Peor es cuando, por miedo a ser tachados de locos, evitamos curarnos de enfermedades que nos pueden llevar a la tumba.

Acerca de RJ Prous

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En la soledad de mi beca Séneca en Zaragoza aprendí a amar el cine mierder. Volví a Madrid para deambular por millones de salas y pases de películas para finalmente acabar trabajando con aviones. Amante del cine y de sus butacas, también leo muchos cómics y, a veces, hasta sé de lo que hablo.

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