«El dios que fue humillado… por un susurro«
Ya lo decía aquel póster de la oficina del agente Mulder en Expediente X. Quiero Creer (I Want to Believe): quiero creer que por fin vamos a leer una epopeya del nivel de las que Jason Aaron se ha marcado en el pasado, quiero creer que la actual estructura -en dos series hermanas- no se traducirá en una bajada de calidad de las historias por separado (como si eso fuera posible), quiero creer que la posibilidad de que el guionista recupere a cualquier personaje que le venga en gana servirá para que sea capaz de escribir una historia libre y sin ataduras. Quiero creer, en fin, que esta nueva etapa, que empezó el mes pasado y que éste comienza a asentarse, servirá para que Aaron pueda cerrar su estancia en esta cabecera de una manera digna y, al menos, ligeramente recordable.
Las herramientas, una vez más, se encarga él mismo de mostrarnos que son las correctas. La amenaza de los Señores del Mal (por más que sea un burdo eco de otras cosas que hemos leído hace no demasiado en la Distinguida Competencia) tiene la suficiente entidad como para que sólo pueda ser manejada por los Héroes Más Poderosos de la Tierra, la crueldad y rapidez de su ataque puede casar con ese gusto del guionista por los ciclos de caída y renacimiento que ya le hemos visto utilizar en el pasado con Thor y con el Doctor Extraño y la entrada en juego del Multiverso es fantástica para una época en la que hasta los lectores recién llegados conocen el concepto a través de las películas del Universo Cinemático Marvel y las series proyectadas para Disney +. La pregunta, una vez más, radica en si será el guionista capaz de volver a ofrecernos historias que nos emocionen o si, como viene haciendo desde que cayó en esta cabecera, volverá a desaprovechar la tremenda oportunidad que se le presenta.
«Lo sé porque he tenido en mis manos cráneos de dioses«
No comienza mal esta última intentona. El autor junta al Thor amargado de Donny Cates con un Tony Stark que presumo previo a la divinidad del que estamos viendo ahora en su propia cabecera para charlar acerca de las últimas revelaciones acerca del linaje del primero. Está ágil Aaron al juntar a estos dos personajes al haber sido Tony uno de los últimos personajes de la Casa de las Ideas en ver su pasado y su árbol genealógico reescritos y pasar de ser el hijo biológico de Howard y Maria Stark a haber sido adoptado por ambos cuando su padre (un espía malvado) falleció y su madre (actualmente una productora musical) se vio obligada a abandonarlo. Nadie como Tony para explicarle al dios del Trueno que la familia va más allá de lo que nos digan la sangre y los genes.
No dura mucho la conversación de coaching divino. Los Señores del Mal han llegado a la Tierra 616 a la caza de los Deathlocks que pretenden avisar a Los Vengadores del asesinato que están cometiendo estos villanos a lo largo y ancho del Multiverso y a la batalla se unirá también la nueva portadora de la Fuerza Fénix: Eco, que clama por su relevancia en un momento en que es imprescindible para la trama del dios del Trueno y para la Marvel audiovisual, que nos ofrecerá próximamente la serie en solitario del personaje.
La segunda parte del cómic es, sin embargo, en la que más esperanzas deposito. Jason Aaron se desdobla con una segunda serie vengadora (Avengers Forever) en la que asistiremos al viaje del Piloto Fantasma y uno de los Deathlocks de los que os hablaba antes a través de las distintas realidades que conforman el Multiverso. La historia que se nos propone me parece lo suficientemente interesante y divertida como para no perder el interés por una grapa de Panini que se sube a los casi seis euros con la doble entrega que contiene y el juego con los personajes de siempre en distintas posiciones puede ser bastante interesante si es manejado con inteligencia por parte del autor.
Así que repito lo dicho. Quiero Creer Jason Aaron. No nos defraudes.
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