«Esto es un problema global, así que debemos coordinar una respuesta global«
Muestra de lo bien que lo dejó con la entrega anterior Jed MacKay es que, tan pronto como ha caído este cómic en mis manos (bueno, puede que antes me lo haya pasado bien con Murciélago #24) he corrido a devorarlo, para ver cómo demonios detenían los Vengadores a un Hiperión al que, triste por no ser ya el héroe que fue durante la etapa de Heroes Reborn, decide lanzarse de boca contra la Tierra desde Plutón. Porque sí, eso es lo que hacen los héroes de verdad cuando tienen crisis existenciales: pagarlo con miles de millones de almas inocentes y extinguir una raza entera por despecho. Muy de héroes y mucho héroes. Si es que tenemos todos el concepto equivocado de lo que significa ponerse unas mallas ajustadas y lanzarse a partirse la cara con otros seres con las mallas tanto o más ajustadas que las tuyas…
Bromas aparte, calificar a Hiperión de héroe es lo mismo que concederle a un presidente de los Estados Unidos el premio Nobel de la Paz (¡oh, mierda!). No es que no me de pena un personaje que fue creado expresamente para ser el héroe de una realidad alternativa en la que no había Vengadores y los meta-humanos estaban al servicio de la Casa Blanca. No es que no sienta lástima por la situación mental y anímica de este mazado cuando le haya tocado descubrir que su realidad no era más que una farsa orquestada desde el mismísimo infierno (todo fue por mano de Mefisto). Pero cualquiera pensaría que, crisis mentales aparte, su condición de salvador se mantendría ý elegiría (si es su propia muerte lo que quiere) un suicidio menos dramático y letal para quienes le rodean.
«Esto no está bien. Debería haber otro modo«
Pudiera parecer que no he disfrutado con este cómic y nada más lejos e la realidad. El ataque de Hiperión pone en jaque a los Héroes Más Poderosos de la Tierra en esta nueva etapa que nos está trayendo Panini y esto se traduce en muchísima diversión en la lectura de esta grapa. No es ya sólo parar a un misil vivo que se dirige a la Tierra con el poder de un Superman, sino encontrar a ese insignificante ser en la vastedad del espacio exterior que hay entre el planetoide y nuestro hogar. ¿Y si detenerlo significa acabar con su vida? Pues MacKay ya nos ha dejado claro qué Vengadores estarían dispuestos a jugarse el alma a una sola carta. Pero, ¿existe alguna otra opción? y ¿en qué puede ayudar la incorporación de Tormenta al equipo?

Los Vengadores #17 (#171)
MacKay gestiona todas estas cosas con solvencia, cierra esta aventura de una manera bastante aceptable (sigo pensando que dejar solo a Hiperión con almas a su cargo es un error) y sigue confirmando esas buenas sensaciones que ya percibí en el número del mes pasado. También en este cómic tenemos que decir adiós a un Vengador (mi apuesta estaba entre dos, justo los que más química tenían con Ororo, y ahí ha estado finalmente la cosa) y hasta esto tiene su sentido (hay que evitar duplicidades en la medida de lo posible) y su razón anclada en lo que está ocurriendo en la colección particular del héroe saliente de la formación.
Me está gustando lo que viene a proponer MacKay con esta nueva etapa (como si no llevara ya más de un año al frente de esta cabecera) y sólo espero que sea capaz de mantener el ritmo con unos Vengadores cuya formación invita a la esperanza.
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