«No sabíamos quién había abierto la nación en canal«
Nos lanzamos a por otra de las colecciones que han nacido al amparo de las Secret Wars y que exploran sus vastos y diversos territorios y las historias que suceden en ellos. En este caso, tal y como ocurriera con Proyecto Exterminio, en lugar de reimaginar una de sus muchas historias y escenarios, Marvel nos lleva a un mundo en el que la historia ha seguido adelante a partir de un punto determinado dentro de una de sus míticas sagas. Como su propio título indica, en esta ocasión nos toca revisitar la colección de 2006 que definió el devenir de las historias de la Casa de las Ideas a lo largo de la última década, con la diferencia de que en esta ocasión la escalada de violencia entre el Capitán América e Iron Man no cesó tras el asalto de la cárcel secreta de éste último, sino que un desafortunado accidente ha llevado a que las posturas de ambos héroes parezcan imposibles de acercar, dando como resultado a unos Estados Unidos quebrados en dos mitades pertenecientes a uno u otro bando.
Charles Soule (una de las estrellas emergentes de la editorial con la serie de Inhumanos y la de Hulka como extraordinarias cartas de presentación) es el encargado de hacer crecer al crossover de Mark Millar hasta convertirlo en la base de un universo creíble y complejo en el que Steve Rogers ostenta el cargo de general en «el Azul» mientras que Tony Stark dirige con firmeza «el Hierro«. A los mandos del dibujo, y en lugar de Steven McNiven, tenemos al fabuloso Leinil Francis Yu, firmando un trabajo estupendo que tan pronto nos sitúa en los desiertos de la América central como en los bosques cercanos a la costa atlántica del continente. Queda claro por el mimo con el que Marvel ha tratado a esta miniserie la importancia de la misma a medio año de que la trama original se vea trasladada a los cines de medio mundo.
«Stark jamás permitirá que esta guerra termine«
¿Y qué es lo que nos vende Soule en esta ocasión? La acción, al principio del primer cómic y una vez hechas las presentaciones de rigor para que hasta el menos docto en Marvel sea capaz de seguir con la historia, nos traslada a «la División«, la estrecha franja de tierra que hace de frontera entre los dos territorios antes descritos y en la que un bajo porcentaje de la población que aún cree en la paz se ha ido instalando. Soule nos presenta este lugar como el escenario de la última intentona de Stark y Rogers por llegar a un principio de acuerdo que garantice la paz entre ambas facciones. Sin embargo, algo saldrá mal y este será el punto de partida para una nueva escalada de violencia entre ambos que veremos en el próximo número hacia dónde nos conduce.
Es complicado hablar de este cómic sin incurrir en una montaña de spoilers, pero baste decir que es, de lejos, uno de los que más se han cuidado de todos los que acompañan a las Secret Wars. Soule dibuja un panorama pesimista en el que se lee muy bien aquello de «divididos caeremos» y que deja entrever, muy de refilón, la opinión del guionista en relación acerca de la legalidad por todos compartida y la sensatez que debería estar por encima de las leyes y los tratados. El Hierro, con sus estrictas leyes, se convierte en el heredero de los Estados Unidos de América, mientras que el rebelde Azul no llega a constituirse como un estado reconocido internacionalmente. En palabras de ambos personajes, el Azul puede ser visto como un «estado díscolo» o como un «estado libre» y esto, llevado al plano de la geopolítica actual, puede tener muchas lecturas interesantes si nos fijamos, por ejemplo, en Grecia y en su pugna con la Unión Europea.
Al igual que en 2006, resulta muy difícil escoger un bando en esta confrontación y al igual que entonces, da la impresión de que, gane quien gane, todos habrán perdido. Los únicos vencedores en este caso somos los lectores, que nos llevamos a casa una de las mejores miniseries de las que acompañan al macroevento marvelita.
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