«Sobrevivir. No tenía ni idea del significado de esa palabra hasta el día que entré en la Ciudad«
¡Vaya pedazo de historia de aventuras, compañerismo, amor y leyes físicas deformadas que nos ha regalado Jonathan Hickman! Lo que comenzaba el mes pasado como una incursión ligera en la Cámara por parte de tres aventureros seleccionados por el Consejo Silencioso se ha convertido en un relato que se alarga por más de cien años (ya sabéis que el tiempo discurre de forma distinta en esta burbuja situada en plena selva de Ecuador) y que sirve para fantasear, para mirar al futuro de los mutantes con aún más esperanza y para disfrutar en compañía de unos personajes (sobre todo Sincro, que es el que narra toda esta historia) que durante este número se convierten en algo más que tres de los numerosos kamikazes krakoanos para poder llevar con orgullo la etiqueta de héroes.
Se nos relata una historia de supervivencia en un medio que les quiere ver muertos. El trabajo en equipo y las condiciones particulares de sus poderes les permiten establecer una rutina de lucha, exploración y supervivencia que se prolonga durante décadas (recordemos que el tiempo en la Cámara discurre de forma distinta a fuera de ella) y que le permite al guionista desarrollar una serie de relaciones entre los tres que sirven para explicar mejor la historia, para dejar claros los límites de los protocolos de resurrección y para conducirnos a un final que tiene dos gotas de trágico por una de esperanzador y que abre un nuevo frente parta los mutantes de Krakoa.
«El amor no es morir por alguien… es vivir por esa persona«
Para cuando todo lo de Krakoa salte por los aires (porque lo terminará haciendo), la cantidad de candidatos a dar la estocada final va a ser abrumadora. A la par que los hombres y mujeres X han evolucionado como sociedad y tratan de mejorar tanto individual como colectivamente, da la impresión de que el resto de la humanidad se ha puesto las pilas para ponerse a su nivel. Esto no debería ser negativo… de no ser porque parte de esta humanidad les quiere ver muertos y cada vez parecen más preparados para ello. Ahora son los Hijos de la Cámara como en el pasado fueron los Verendi o cualquiera de los que envidian y ansían los remedios naturales que acumula la isla mutante en su subsuelo. Cuando la batalla comience, pocos aliados vendrán a socorrer a nuestros protagonistas.
Lo que parece quedar bastante claro es que no le faltan las historias a Hickman por contar en el panorama que les ha creado a los mutantes. Actualmente hay tal cantidad de tramas abiertas que yo ya he perdido la cuenta y que Marvel (y Panini en nuestro país) ha precisado de sacar cómics extra para poder desarrollarlas a gusto. La franquicia mutante vive un momento de creatividad sin límites y eso se nota en cómics como el de este mes de la Patrulla-X, tan ligero y tan profundo al mismo tiempo. Lleno de promesas y a la vez independiente y hermoso.
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