«Los vagabundos no damos importancia a nimiedades como esa«
Existe en la actualidad una fiebre salvaje entre las editoriales que traen manga a nuestro país por la reedición en tomos recopilatorios de grandes obras del pasado. Sin ir más lejos, Panini lleva ya unos años repoblando las estanterías con todas las historias de Berserk y Bleach y hace no demasiado volvió a poner en las librerías el manga de Spriggan. Ahora hace lo propio con uno de los shonen que más importancia han tenido en la historia del manga: Rurouni Kenshin: La Epopeya del Guerrero Samurai, de Nobuhiro Watsuki. Una historia con la que muchos de nosotros nos comenzamos a interesar por este mundillo de las viñetas y que se publicó en manga entre 1994 y 1999 (luego daría el salto al anime en 1996 e incluso gozaría de varias adaptaciones al live-action desde 2012). Entre medias, fue el cómic en el que hizo sus primeros pinitos como ayudante un tal Eiichiro Oda (autor del superventas One Piece) y ha dado para mil y una historias y ha influido en decenas de autores posteriores.
Es importante recalcar de inicio que Rurouni Kenshin pertenece a otra época dentro de lo que al shonen se refiere. De un tiempo a esta parte vemos en todas las obras medianamente relevantes una clara apuesta por el trabajo en equipo, por la huida del protagonista invencible (o su ridiculización) y por la integración de personajes cada vez más variados y menos ‘cliché’. La obra de Watsuki, sin embargo, apuesta por un personaje principal que resulta ser el mejor espadachín de todo Japón, que combate normalmente solo y para el que la chica ‘protagonista’ rápidamente adquiere el rol de florero. Pero sería un error juzgar un cómic (o un libro, una película…) de los años noventa según la sensibilidad de la década actual y lo cierto es que Rurouni Kenshin acumula un gran número de virtudes como para que nos enganchemos de nuevo a este manga de casi treinta años e antigüedad.
«Un asesino lo es hasta que muere«
Lo principal, cómo no, es su protagonista: Kenshin es un personaje adorable cuando no está masacrando enemigos. Es un hombre de casi treinta años que ya está de vuelta de muchas cosas, que ha vivido una vida terrible y ha hecho cosas horribles en pos de unos ideales que nunca ha terminado por ver cumplidos. Y ahora, cansado de tanta matanza innecesaria, trata de cambiar el mundo persona a persona, acto desinteresado a acto desinteresado. Este es, quizás, uno de los detalles que siempre me han gustado más de este manga. Estoy harto de leer y ver a personajes que salvan el mundo. En serio. Está muy bien, pero lo cierto es que es muy difícil empatizar con un señor que es capaz de cargarse la Tierra de un pedo mal tirado o con un chaval que logra cambiar el rumbo mismo de la historia de la humanidad con sus actos heroicos. Kenshin, aunque más adelante se enfrentará a terribles enemigos, se nos presenta como un vagabundo tan sólo preocupado por vivir en paz y por regalar a los demás la misma paz que quiere para sí mismo. Es muy fácil comulgar con eso y es muy sencillo encariñarse con un personaje así.
Más allá de ello, su influencia en mangas como el antes mencionado One Piece es innegable. Por el humor, los cambios de rictus en los personajes según la situación lo requiera y por lo genial que queda contada la acción a través de un dibujo limpio y preciso como el filo de una espada. Todo esto hace que Rurouni Kenshin: La Epopeya del Guerrero Samurai haya envejecido excepcionalmente bien y que sea a la vez una dosis muy agradecida de nostalgia y un regalo para los lectores actuales de cómic japonés, que tienen la ocasión de divertirse con las aventuras de uno de los personajes más famosos de esta industria.
PS. Dudaba hasta el último momento al escribir esta reseña en mencionar o no los problemas legales (fue condenado por posesión de pornografía infantil) a los que se enfrentó el autor. No le quitaré hierro al asunto, pero cuando leí este manga hace décadas yo no sabía nada de esto (ni yo ni nadie) y al releerlo ahora tampoco encuentro en él nada que me apunte en aquella dirección. Tengo entendido que Watsuki pagó por su delito y sólo espero que aprendiera la lección y que buscara ayuda (el tema de que tantos mangakas cojeen del mismo pie se entierra muy profundamente en la psicología japonesa y da para todo un artículo al respecto). Kenshin sigue siendo una gran obra a pesar de los pecados de su creador.
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