Se acabaron los líos familiares para Jessica Drew. Esa es la promesa que nos hace Karla Pacheco con este segundo tomo de su aventura al frente de Spiderwoman publicado por Panini Cómics. Con Spiderwoman: Rabia Ciega, la escritora (y Pere Pérez al dibujo) cierra el arco argumental en torno a la pérdida de poderes de Jess y la carrera contrarreloj para encontrar un remedio que salve no solo su vida, sino también la de su hijo Gerry y la de su hasta ahora desconocida sobrina.
«Oh, dios, ¿va a resultar que eres mi madre?»
A pesar de continuar con lo narrado en el tomo anterior, Pacheco se olvida por completo del hermano y la sobrina de la protagonista (que fueron quienes la metieron en este lío) y lleva a esta a hacer la guerra por su cuenta. Y sin nadie que confronte con ella, Spiderwoman es quien acaba resultando odiosa para el resto de personajes y para el lector. Como ya comentamos en la reseña del anterior volumen, el problema es que la guionista no busca explorar nuevos caminos o, al menos, darle una vuelta de tuerca a los esquemas ya conocidos, sino que se limita a replicar conflictos vistos aquí y allá. El camino que recorre la Spiderwoman de Karla Pacheco es el mismo que recorrieron no hace mucho personajes como Hulka o Capitana Marvel; es más, el rol de la Capitana, aquí presente como secundaria de lujo, es intercambiable con el de Jessica Drew. Si se invirtieran los diálogos entre ambas y en la portada luciera el título de Carol Danvers en lugar del de Spiderwoman, no notaríamos ninguna diferencia.
Esta falta de personalidad en la protagonista se arrastra hasta el final. No hay ningún desarrollo de personaje perceptible, haciendo de esta una etapa prescindible para el devenir de la heroína. En total diez números de relleno editados en dos tomos que, salvo completistas, buena parte del fandom podrá ahorrarse. Es más, el próximo volumen (previsto para febrero de 2022) preveé ser un punto y aparte, dejando a un lado los culebrones familiares y abordando otro tipo de aventuras ¿más satisfactorias?, postulándose como un nuevo punto de arranque para potenciales lectores. Confiemos.
La nadería de la etapa no significa, sin embargo, que la lectura no sea amena o entretenida. Ahí es de reconocer el trabajo de Pacheco, que estructura un relato muy dinámico en el que se suceden los acontecimientos a un ritmo trepidamente. Se le puede achacar poca pericia para sortear e integrar el peaje de los eventos (aquí se las ve con Rey de Negro), pero lo compensa con una enorme capacidad para crear lecturas ligeras y rápidas. De esto se beneficia mucho Pere Pérez, que, tal como hiciera en Mala sangre, se explaya con unas composiciones muy dinámicas y vigorosas que aportan -aquí sí- mucho carácter. Podría ser incluso el mejor trabajo del dibujante barcelonés hasta la fecha.
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