Es más que obvio decir que en febrero hace frío en Berlín. Así que para habituarnos a él, ¿qué mejor que inaugurar con una película sitiada en el Polo Norte? Hasta allí se ha ido Isabel Coixet para hablarnos de superación, de lucha y de arrogancia: la que empujaba a exploradores como Robert Peary a conquistar el Polo Norte. Con Nadie quiere la noche se abría el festival. Una figura que no aparece pero que encapota toda la cinta, sobre todo los roles que dibujan Juliette Binoche y Rinko Kikuchi. Su relación, la llama de ardor entre tanta gélida ventisca, es un choque fulgurante que se destapará poco a poco. Binoche excesiva, Rinko más tranquila. Coixet deja su sello y se encorseta en un cine más formal. Y eso que el guion (de Miguel Barros) basado en unos hechos reales tan suculentos, podían haber dado más con dos personajes femeninos tan ricos.
La encargada de inaugurar la Sección de Forum era The days run away like wild horses over the hills. Un titulo tan largo rememora una historia bucólica ante todo. Pero Marcin Malaszczak confunde con ese nombre y traza una crónica actual que bien podría titularse «Las edades de las mujeres». El director recoge pasajes de sus tiempos muertos de vidas y contextos diferentes, que dicen más de ellas que las hazañas que hayan batallado. Un proyecto casi experimental, muy interesante en la propuesta, pero difícil de asimilar a primera hora de la mañana.
En la tarde mejoraba la temperatura con los climas de Brasil. Primero con Beira-Mar, de Filipe Matzembacher. Otro ejemplo de historia íntima entre dos chavales del mismo sexo (en España tenemos muy cercana A escondidas de Mikel Rueda): Un esquema –ya visto– de una primera vez, que habla de las inseguridades a esas edades, todo entre fiestas de «Beso o Atrevimiento» y con una clara rememoración a La vida de Adèle. Culminada con un genial beso tanto en el encuadre como en la forma. Sexo íntimo y ligero, todo lo contrario a su paisana Sangue azul de Lirio Ferreira. Su director presentaba en la sección paralela Panorama una fábula acerca del mundo circense, contrapuesta a la anterior. Mientras que Beira-Mar era apocada y tímida, aquí todo era colorido y pasión desbordada en la isla donde se localiza la trama.
Historias a oscuras, amores platónicos difíciles, y encuentros sexuales fortuitos. Los cariocas ofrecen sexo sin aditivos y no tan predeterminadas como las que se intuyen en Cincuenta sombras de Grey. Sin duda la expectación con la adaptación del bestseller a cine en la Berlinale es grande, para bien y para mal.
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