Los Mercenarios: El adiós del guerrero

TitularLa carrera de Sylvester Stallone se va terminando, poco a poco, sin prisa pero sin pausa. Y él lo sabe, que ya tiene 63 palos, y si no lo sabe le basta con ver sus últimas películas para comprobar cómo el ocaso del guerrero es tema recurrente en ellas.

Pero primero, un flashback. El año 1976 fue testigo de dos despedidas tremendas: por un lado el western, imprescindible en la historia del celuloide, que veía cómo su recorrido terminaba después de años de esplendor; por otro uno de los actores más importantes del género, el mítico John Wayne, que aquejado de un cáncer terminal terminaba su vida con las botas puestas. El último pistolero de Don Siegel, una película entre nostálgica, melancólica y amarga que fue ganando reconocimiento con el paso de los años, sobre todo por estar haciendo historia más que por sus valores estrictamente cinematográficos, supuso el adiós de ambos totems.

Volvemos al presente. Stallone no tiene cáncer y el cine de acción goza de una salud de hierro… pero el apellido «crepuscular» que tantas veces se aplicó al western de los últimos años planea peligrosamente sobre Los mercenarios. Si bien como película de acción no termina de ser lo que los trailers, el marketing viral y sobre todo las expectativas de los fans hacían creer, sí que es un claro testimonio de más que de uno de sus protagonistas (Sylvester, Dolph Ludgen, Mickey Rourke…) está empezando a verse abueletes, con todo lo que eso conlleva.

TitularTambién es cierto, sin embargo, que en ella participa uno de los valores más firmes del cine de tiros y explosiones del momento. Jason Statham (Menudo currículum tiene ya el tío en 10 añitos: Snatch, Crank I y II, Transporter, Death Race…) supone el contrapunto, el relevo generacional, el príncipe que recoge el testigo de los reyes de la acción y que afianza aquí aún más su imagen de tipo duro imprescindible en los años venideros. Y, con todo, su presencia no consigue distraer de la pátina de nostalgia que impregna toda la cinta. Una pátina que se crea a base de los retratos de los personajes que toman mucho de los actores que los encarna y que se afianza con los Creedence Clearwater Revival y Thin Lizzy en la banda sonora; una pátina que es imposible no ver y que en diez años hará que la película sea recordada no ya como simple entretenimiento sino como punto de inflexión entre épocas. Si bien no marca el final exacto de los mitos de los ochenta o del cine de aquella época (Schwarzenegger ya está retirado, imprescindibles como Van Damme que no aparecen…) sí que será la prueba tangente de todo ello, la reunión de los pesos pesados en un ejercicio de colegueo, de dejar claro lo bien que lo han pasado todos estos años.

Cabe destacar también la escena en la que Stallone, Bruce Willis y Arnold Gobernator Schwarzenegger comparten cinco minutos que arrancarán los aplausos de la tribuna. ¡Y eso que son cinco minutos de conversación y no de disparos!

Volviendo a la película, el resultado final es algo decepcionante. Las escenas de acción, aunque se preveían intensas y espectaculares dejan bastante que desear en líneas generales. Los combates cuerpo a cuerpo son confusos y a pesar de que empieza muy fuerte, con piratas africanos explotando, y hay algún que otro momento de la mano de Statham y sus cuchillos digno de mención, no llega a los mínimos esperados. Incluso la última entrega de Rambo era más profusa en hemoglobina.

En definitiva, Los mercenarios, sin ser la película de acción definitiva ni muchísimo menos, se hará un hueco en el corazón de todos por lo que representa: el final de una época determinado por el final de las carreras de aquellos que hicieron posible el cine de acción de los ochenta y noventa.

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