Los tres reyes malos

Los Tres Reyes Malos: Negra Navidad


Seth Rogen y los suyos no tienen límites. Tras ser censurado por The Interview (Evan Goldberg, Seth Rogen 2014), donde le importaba muy poco causar un conflicto internacional, vuelve a escena con una comedia, en principio, más sencilla pero igual de irreverente. La Navidad como telón de fondo para volver al mismo tema que se ha convertido en una constante actual: la incapacidad para madurar y el peso de la nostalgia.

 

Los tres reyes malos (se aprecia el intento del juego de palabras en la traducción, pero como ocurre con muchas comedias del entorno, la hace parecer demasiado estúpida) se centra en contar una noche de juerga apoteósica de tres amigos que no quieren entender que el tiempo pasa. De bar en bar, en una misión festiva que finaliza en la madre de todas las bacanales, las drogas, el alcohol y los chistes sobre religión son la gasolina perfecta para un previsible descarrilamiento. Porque en ese afán por resultar incorrectos encuentran petróleo en la comicidad más chusca, pero no pueden despegarse del american way of life y vender un formato enfrentado al germen de la propuesta.

 

Anthony Mackie, Seth Rogen y Joseph Gordon Levitt en Los tres reyes malos.

Anthony Mackie, Seth Rogen y Joseph Gordon Levitt en Los tres reyes malos.

 

Sabedor de las inclinaciones de los autores del proyecto, el espectador puede intuir que los fanatismos religiosos saldrán maltrechos en ésta delirante carrera hacia la madurez. Existen intentos de controversia al respecto, como el lucimiento personal que se reserva Rogen en la escena de la iglesia, pero el no querer ofender unos fundamentos sociales tan arraigados, sacan a relucir la cobardía del guión.

 

No se topa con la religión, pero sigue siendo una película realmente divertida. Hay tanta química entre el trío protagonista que las risas afloran de esa complicidad más que del ingenio. Joseph Gordon Levitt es quien más sufre que su papel sea el más cargado de drama, su vis cómica (ya demostrada en más de una ocasión) no encuentra ninguna rendija por la que salir a la superficie, salvando la interpretación de Wrecking Ball, que emociona de forma extraña. Anthony Mackie asume su papel secundario en la función con una presencia fuerte que emerge en los momentos más necesarios.

 

Porque todo el protagonismo (aunque no pareciera la idea principal) está destinado a Seth Rogen. Al igual que la mayoría de cómicos salidos de la noción americana más gamberra, los detractores se cuentan en misma cantidad que los seguidores del humorista canadiense. Lo que no se le puede reprochar es la actualización tan personal que ha tejido en la construcción de un arquetipo tan tradicional: el Peter Pan patológico. Desde su secundario en Supersalidos (Greg Mottola, 2007) hasta su padre en Lío embarazoso (Judd Apatow, 2007), ha demostrado que encuentra comodidad en representar a la mayoría de treintañeros occidentales. En Los tres reyes malos, además, lo hace cargado de drogas, lo que le permite justificar su gesticulación más exacerbada. Esa desinhibición del cómico más en forma de la taquilla americana sumada a la colección de cameos que ofrece el filme son los momentos que merecen pagar la entrada. Sorprendente, como siempre, James Franco.

 

Una comedia navideña cargada de drogas, alcohol y nostalgia. Con un Seth Rogen más cómodo que nunca, caras muy conocidas y demasiado apego por los valores navideños. Le falta descaro para convertirse en una obligación de las Pascuas como puede ser Los fantasmas atacan al jefe (Richard Donner, 1988) (aquí también hay referencias a Dickens), pero no desmerece la filmografía de sus responsables.

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