El viernes. El viernes es cuando empieza de verdad la mandanga. La sesión del jueves de cada Muestra Syfy de cine Fantástico está guay, es la ocasión que tiene el festival de ponerse guapo, de lucir músculos y deslumbrar con el pre-estreno importante de cada edición. Pero la Muestra de verdad, la que nos hace suspirar, no comienza de verdad hasta el viernes. Y en los viernes uno no es un verdadero creyente si no hace un esfuerzo, se escapa del curro, la universidad o del frenopático un poquito antes que de costumbre para poder disfrutar de la mandanga desde la sesión siestera de las cuatro de la tarde. Más aún en ediciones como la de este año, que nos ha recompensado a los espectadores con un auténtico caramelito festivalero.
La cosa ha ido hoy de perros. Y de niños. Concretamente de perros muertos. Y de niños que también. A la espera de que los platos fuertes de esta decimoséptima edición lleguen a lo largo del tercer día, hemos comenzado muy a tope, con cintas que han ido de lo cutre a lo absurdo, pasando por toda la gama de epítetos intermedios y regadas por un público que nunca decepciona y que este año se ha acercado a los Cines del Palacio de la Prensa de Madrid con bastantes ganas de marcha. Pero vayamos una a una con las películas de este viernes.
The Pool (Ping Lumpraploeng, 2018)
Para abrir boca (chiste fácil por el que merezco vuestro desprecio) nos hemos encontrado con una cinta tailandesa en la que una joven pareja de personas con muy pocas luces (pero una capacidad ilimitada para provocarnos la risa) se queda atrapada en una piscina con un cocodrilo que, por supuesto, tratará de merendar rico y nutritivo. Si somos honestos la película es mala con avaricia, aunque es bien cierto que maneja bien la tensión en ciertos momentos del metraje. Lo que la ha hecho inolvidable ha sido lo fácil que nos lo ha ido poniendo para meter chiste tras chiste en su hora y media de malas ideas y momentos innecesarios. Lo mejor/peor ha llegado con la más que previsible defunción del perro del protagonista (siento el spoiler, pero si queríais ver esta película esto os va a importar poco) y las consecuencias de la misma: Oro para las mentes ideadoras de eslóganes y consignas de la Muestra.
Blood Quantum (Jeff Barnaby, 2019)
De Tailandia volamos a Canadá para una cinta de zombies en la que la aparición de los mismos causa el caos en una reserva de nativos americanos, que parecen ser los únicos inmunes a lo que sea que está provocando este apocalipsis. La cinta comienza bastante bien, con un giro al poco de iniciarse la trama que nos parece bastante original, pero rápidamente pierde fuelle y resulta soporífera en ciertos momentos (el ánimo reservado a la primera propuesta de los viernes en la segunda entrega). Tiene algunas secuencias de acción bien hechas, pero entre ellas hay auténticos desiertos argumentales por los que da mucha pereza transitar. Además, Blood Quantum trata de tocar tantos temas que no llega a despuntar en uno solo de ellos. Tiene un drama entre hermanos que no nos convence, una reflexión sobre la situación de los nativos americanos que se queda a medias y un sinfín de conceptos dispersos que no hacen más que distraer al espectador. Nos quedamos, sin embargo, con el ‘abuelo ninja’: un indio de avanzada edad que, armado con una katana, se ha convertido en el héroe indiscutible de esta fría noche de marzo.
Synchronic (Justin Benson y Aaron Moorhead, 2019)
Benson y Moorhead regresan por tercera vez a la Muestra. Ya estuvieron en 2015 con Spring y en 2018 con The Endless, dos películas que, la verdad, nos gustaron bastante a los syfyeros. En esta ocasión suben la apuesta con un proyecto para el que han logrado reunir a Anthony Mackie (Los Vengadores: Endgame) y Jamie Dornan (trilogía de Cincuenta Sombras) pero que, pese a tener algunos ingredientes muy buenos, no llega al nivel de sus predecesoras. Los protagonistas son dos paramédicos que trabajan con emergencias en una ambulancia y que se enfrentan a una creciente oleada de sucesos inexplicables relacionados con una nueva droga de diseño que tiene unos efectos difíciles de explicar (en serio, nos los intentan contar en el filme y nos quedamos igual). Synchronic partía ya con el hándicap de su cuestionable calidad, pero es que ha terminado de hundirse por la extraña química entre sus personajes principales (no soy el único que se ha tirado hora y media esperando un Brokeback Mountain), su infinidad de micromachismos y, sobre todo (y en una deliciosa broma involuntaria con el título), por la desincronización entre el audio y los subtítulos, por culpa de cambios de última hora en el metraje de la obra.
Bacurau (Juliano Dornelles y Kleber Mendonça Filho, 2019)
Dejando a un lado Onward, Bacurau es la primera de las películas de esta Muestra que sabemos que tendrá su oportunidad en salas comerciales, siendo La Aventura (a quienes este año les ha tocado la lotería con Parásitos) la distribuidora que ha apostado por ella. Con sello festivalero (entre otras menciones se llevó el premio del jurado en la pasada edición de Cannes) esta propuesta con acento brasileño se mete en el subgénero de las cacerías humanas y le aporta un toque social. Crítica a la especulación de los recursos, a la desprotección de la vida rural, los abusos de los países ricos sobre los demás… vestida de exploitation que coge, sobre todo, elementos del revenge y del spaghetti western. Siguiendo la tónica del día, Bacurau presenta buenas ideas, pero no consigue plasmarlas y hace suyo el refrán «quien mucho abarca poco aprieta» abriendo muchos frentes que no van a ningún lado, provocando ruido más que nada, o proponiendo ideas que no tienen una justificación aparente. Sus 131 minutos son toda una prueba de resistencia.
Shed of the Dead (Drew Cullingham, 2019)
Para despedir la primera jornada, la insufrible Shed of the Dead. No era tan mala como para hacer chistes a su costa, ni tan aburrida como para dormirse; se sitúa en un término medio mortal que fue acabando con la paciencia de los más valientes, que fueron abandonando la sala en un goteo constante. Y tenía muy buena pinta: un friki del rol con miniaturas tiene alquilada una parcela con un cutre cobertizo donde pasa las horas para estar alejado de su mujer. De la noche a la mañana estalla un apocalipsis zombie y nuestro «intrépido» protagonista se ve arrastrado a salvar a su mujer. Todo ello aderezado con el humor inglés que nos ha dejado obras como Zombies Party o Invasión Zombie, pero que aquí cae en el peor error que puede cometer una comedia: si un chiste no funciona, no lo repitas. Las escenas se alargan y alargan hasta la desesperación y en ellas solo vemos a los protagonistas hablar sobre lo que van a hacer. ¿Y los zombies? Aún seguimos esperando. En cuanto se le ve el truco (la propuesta aguanta bien una media hora), se hace muy cuesta arriba.
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