El pasado mes de agosto, muchos se sorprendían cuando el Festival de Cine de San Sebastián anunciaba la presencia de The Disaster Artist (uno de los infinitos proyectos de James Franco como director) en su sección oficial de largometrajes en competición. Este sería su tercer paso por un festival tras un camino que comenzó en el South by Southwest donde se exhibió un montaje previo que recibió excelentes críticas, muchos meses después llega a Toronto donde queda segunda finalista de la sección Midnight Madness para parar en San Sebastián donde, inesperadamente, se alzó con el máximo galardón.
The Disaster Artist se basa en el libro The Disaster Artist: My Life Inside The Room, the Greatest Bad Movie Ever Mad, una obra que analiza el frustrante fenómeno que fue The Room, película dirigida en 2003 por Tommy Wiseau. La película en cuestión fue un proyecto que se autofinanció, protagonizó, escribió y dirigió y, aunque su idea inicial era hacer una película seria, el resultado fue catastrófico.
Pese a que lo fácil hubiese sido quedarse con el lado torpe y ridículo de la vida de Wiseau, James Franco consigue encontrar la parte más humana del mismo, siempre sabiendo que está delante de un incomprendido artista; esto no quiere decir que reconozca The Room como una gran película, pero si que busca sus virtudes poniéndose en la piel de su autor. Para ello, explora todo el proceso creativo comenzando en la escuela de arte dramático donde conoció a Greg Sestero (interpretado por su hermano Dave Franco), el surgimiento de la idea, la preproducción, el rodaje y el estreno, mostrándonos que no fue algo fácil y que todo el trabajo se quedó en un frustrado sueño para él y una broma para sus espectadores.
Hasta cierto punto, James Franco encuentra un notable paralelismo entre él y Wisseau, quizás no artístico pero sí humano. Franco, al igual que Wisseau, es una persona muy ambiciosa y la cantidad de proyectos en los que está involucrado lo demuestran, proyectos de diferente índole y calidad que siempre ha afrontado con humor e ironía frente al mundo. The Disaster Artist acaba siendo una película tierna no sólo por el cariño de los hermanos Franco hacía The Room si no porque es de esas obras que nos recuerdan por qué amamos el cine, su tramo final nos muestra y nos hace vivir esas sensaciones que sólo son posibles en una sala: el cine como experiencia colectiva, las emociones compartidas y el cinismo del espectador. The Disaster Artist es la particular carta de amor al cine de James Franco, una carta escrita bjo los parámetros de su círculo artístico: humor descerebrado, personajes excéntricos y un equilibrado toque zafio.
Hay quiénes piensan que es una locura que esta película corone el palmarés pero es algo tan irreverente como la propia película y, siendo objetivos, la Concha de Oro acompañará al título allí por donde vaya lo que puede ser un impulso importante de cara a conseguir títulos en futuras ediciones del certamen.
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