Blue Thermal, de Masaki Tachibana, te da una cal y otra de arena. No es un desastre, pero tampoco es una gran película. Es una experiencia cuqui, pero siniestra.
Cuando uno descubre que no es un anime original, sino que adapta el manga homónimo de Kana Ozawa empieza a comprender muchas cosas. En poco más de hora y media Tachibana sintetiza los cinco volúmenes de la obra original, pero lo hace a modo de resumen, intentando encapsular los máximos momentos posibles. ¿Cuál es la consecuencia de esto? Que un montón de situaciones y comportamientos quedan sin explicación, obligando al espectador a imaginar e inventar el contexto que justifique determinadas situaciones (algunas de las cuales, pensadas en frío, resultan extremadamente turbias). Hay -también- tramas que se aparcan sin darles un final. Así, resulta complicado sumergirse en la historia y empatizar con los personajes.
Pero, por otro lado, tenemos a una protagonista súper adorable a quien apetece acompañar en su viaje personal e invita a pasar por alto las incongruencias y lagunas de la historia. Es imposible no enamorarse de Tamaki y de parte del divertido plantel de secundarios que la acompaña. Y si a una protagonista carismática le añades un trabajo artístico que poco tiene que envidiar a las producciones más punteras (los personajes son muy expresivos y los fondos son de los mejores que podréis ver en animación), es igualmente imposible no quedarse con la mirada clavada en la pantalla.
¿Qué le falta, pues, a Blue Thermal? O bien haber aligerado y concretado su argumento en el presunto triángulo amoroso que plantea; o bien haber alargado su metraje para dar sentido y cierre a todo lo que quiere abarcar.
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