«El mundo vuelve a estar a salvo…»
Decía el otro día Tad Stones, creador del Pato Darwing (sí, en español The Darkwing Duck perdió la «k»), que si volviera a relanzar la serie ahora, ésta tendría que ser muy distinta a la que pudimos disfrutar a lo largo de los 90. Una frase que parece de manual, pero que muy pocos entenderían en un mundo acostumbrado a mirarse al ombligo y expectante por recuperar sensaciones de la infancia sin dejar espacio a que las nuevas generaciones disfruten de héroes creados a la medida de sus imaginaciones y experiencias. Y, sin embargo, desde el fondo de nuestros corazones sabemos que es cierto, que uno no puede sacar una y otra vez el mismo producto y esperar que el factor nostalgia sea su principal motor. Porque la nostalgia sólo sacia en un momento finito del tiempo, pero luego deja aún más sed que antes y ya no hay nada que beber ni nadie preocupado en llenar de nuevo el vaso.
El Caballero Oscuro regresó por primera vez en los 80 con un trazo duro y una historia sucia y retorcida que en ningún momento se nos llegaba a clarificar del todo. A la vez, se editaba Batman: Año Uno, una suerte de prólogo que pretendía explicar algo del pasado de ese nuevo Batman y que finalmente creció mucho más de lo esperado. El Regreso del Caballero Oscuro fue un bombazo, un éxito inmediato que puso patas arriba la forma de escribir los cómics en general y la manera de interpretar al alter ego de Bruce Wayne en particular. Convertido en una leyenda viviente, a Frank Miller se le estuvo pidiendo una continuación de esa historia de manera insistente a lo largo de los siguientes años.
Esta continuación no llegaría hasta 2001, con la publicación de El Contraataque del Caballero Oscuro. Aunque se mantenía fiel al espíritu de la primera, muchos puristas le echaron en cara a Miller un supuesto descenso en la calidad de este segundo álbum. Lo cierto es que en ningún momento lo noté así: el Contraataque era tan hijo de su tiempo como lo pudo ser a mediados de los 80 el Regreso. El guionista norteamericano tuvo el buen tino de adaptar los registros, los escenarios y los diálogos a una nueva realidad, muy distinta a la que existía en Norteamérica y en el resto del mundo quince años atrás. El Contraataque del Caballero Oscuro fue una perfecta manera de continuar con las aventuras de este Wayne hecho polvo e incapaz de darse por vencido en esa mezcla de obsesión y certeza de que la razón estaba de su lado.
«Anhelamos que un poder superior quiera lo mismo que nosotros«
Vuelven a pasar otros quince años y Miller regresa sobre su gran obra para escribir el que se espera que sea el acto final. Con el mundo en paz y una nueva generación de héroes en camino, Wayne deja descansar su legado en su más fiel seguidora mientras que Superman permanece desaparecido. Todo bien hasta que un experimento sale demasiado bien y se libera sobre la Tierra una amenaza para la que ningún héroe, viejo ni nuevo, estaba preparado.
De nuevo se quejarán los empeñados en preservar el sagrado poder de la nostalgia. La Raza Superior no es como el Contraataque, ni mucho menos como el Regreso. Captura como puede el espíritu vacilante de ambas, pero es algo nuevo. Algo de esta época en la que podrían aparecer unos tipos sobre nuestras cabezas para amenazarnos con el fin del mundo y tan sólo les prestaríamos atención si sus ropas nos parecieran estrafalaria o de dudoso gusto. El ‘zapping’ que Miller usó en sus dos primeras entregas para criticar la doble vara de medir de la moral estadounidense (en los 80) y la deriva hacia la idiotez que observó en los medios de principios del siglo XXI se divide en esta ocasión en otra entrega más de medios generalistas empeñados en sacar rédito de cualquier situación y sin prestar demasiada atención a lo que está sucediendo realmente y las conversaciones a través de los servicios de mensajería de los móviles de no ya la nueva generación, sino toda una sociedad aborregada, dormida y sin capacidad para ponerse en pie frente al apocalipsis que llama a sus puertas.
«No puedo seguir con esto. Terminará por matarme«
Ahí está la verdadera fortaleza de la obra cumbre de Frank Miller. Esta historia, contada a través de tres actos y treinta años (se dice pronto), es un reflejo de la evolución (o involución) de nuestra sociedad. El guionista ha sido siempre un lince a la hora de captar algunos de los aspectos críticos de la humanidad en cada época. Miller es un crítico duro y salvaje de los peores vicios de la humanidad, pero es, a la vez, uno de los mayores defensores de la capacidad casi infinita del mismo ser humano para reinventarse y sobrevivir a las trampas que él mismo se pone. Por eso su héroe central no es Superman, ni Flash, ni Wonder Woman. No. Es un viejo que debería haberse retirado hace mucho tiempo y que se siente superado por el tiempo y una nueva generación que viene pisando fuerte, pero que no puede dejar de preocuparse por sus congéneres. No necesito seguir leyendo más allá de estos cuatro primeros números para saber todo esto.
Miller se hace acompañar esta vez por Brian Azzarello para disimular, al igual que su personaje, su propia debilidad y como una manera de decirnos, «Sí. Hasta ahora estas aventuras las he escrito yo. Pero me siguen muchos y muy buenos guionistas«. El tono de esta nueva entrega, además de recorrer los oscuros entresijos de los que he hablado antes, se desliza un grado más hacia la acción superheroica y quizás hacía falta otro escritor con otro tipo de visión para poder llevar esto a cabo. Del mismo modo, es Andy Kubert el nuevo encargado de ilustrar unas entregas que pierden el aspecto gráfico de sus antecesoras en pos de algo más cercano a lo que hoy en día se estila.
«Necesito que cumplas una misión ahí fuera«
A esta nueva colección en grapa le acompañan unas breves entregas a modo de mini-cómics que amplían y explican la trama de la historia principal. En estos pequeños aderezos es el propio Miller quien pone el dibujo, cuando no cede el testigo sobre auténticas bestias de este arte como Eduardo Risso o el gran John Romita Jr. Entre todos nos dibujan una imagen más o menos clara del quién es quién dentro de este avejentado universo y qué podemos esperar de cada personaje de la historia. Quede aquí por escrito que los principales personajes de este drama no parecen ser los clásicos Bruce y Clark, sino sus pupilas: esas Robin y Supergirl destinadas a heredar el manto de sus mentores y superar de largo su legado.
Aún es pronto para saber si Caballero Oscuro III: La Raza Superior cumplirá con nuestras expectativas y con las de las hordas de nostálgicos del mundo, pero para mí es claro que Frank Miller ha vuelto a cazar el espíritu de su primera gran obra para embotellarlo (y nunca mejor dicho) en este nuevo frasco con la esencia de lo reciente y lo fugaz. Permanezcamos atentos a la espera de ver por dónde nos lleva uno de los más grandes autores que ha dado la industria del cómic.
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