Y se acabó. Zeb Wells se despide de Spiderman con un último arco argumental que pone el broche a la pelea que han mantenido Lápida y el vigilante arácnido durante gran parte de su estancia en la colección.
«Algún día va a hacer que te maten«
Panini Cómics agrupa, en su número #245 (#36 de la etapa) los cuatro últimos capítulos de Wells, que sirven tanto como para cerrar su trama principal, como para hipotecar a los futuros equipos creativos con algunas deudas. Menores, sí, pero no deja de ser un poco sucio por parte del guionista «obligar» a quienes le sucedan a utilizar personajes y situaciones que no supo o quiso dejar atadas. Claro, la otra opción es que, quien le sustituya, haga oídos sordos y no de continuidad a esas ideas. En este sentido el último que supo hacerlo bien fue Dan Slott. Después, ni Nick Spencer, ni el equipo Beyond, ni ahora Wells en solitario, han sido capaces de concretar etapas que no condicionaran a sus sucesores, formando una bola cada vez mayor con aquellos aspectos que no funcionaban pero de los que no podían librarse.
Sea como fuere, lo importante aquí es el envite final entre Lápida y Spiderman, que se ha hecho de rogar más de la cuenta. Lo advertimos en varias ocasiones, la última en el tomo precedente, los ambientes urbanos y la escena mafiosa es lo que mejor sentaba a su Spidey. Y este fin de fiesta lo vuelve a demostrar.
Wells cuenta, además, con un John Romita Jr. pletórico. Pocas veces le habíamos visto así en la actual etapa, con algunas escenas, como la que acompaña estas líneas, a un enorme nivel. Viñetas muy plásticas, dinámicas, y un sentido del ritmo que nos hace devorar las páginas. Y lo mismo se aplica al guion, que ofrece una trama cargada de acción y mucha tensión. Lápida ataca desesperado, ya sin nada que perder (el motivo es obvio atendiendo a la portada), y está dispuesto a llegar hasta el final.
Spiderman se ve entonces en una situación que le impele a seguirle el juego, a fin de salvarle de sí mismo. Es muy interesante el trabajo de caracterización y motivacional del villano por parte de Wells, que ha sabido dotarle de una profundidad de la que carecía hasta la fecha, reivindicando un puesto de privilegio entre la escena criminal de la Nueva York marvelita, capaz de hacer sombra a todo un Wilson Fisk (y eso son palabras mayores). Su sangre fría y espíritu combativo, su relación con Robbie Robertson, sus lazos familiares… el guionista ha ido cincelando a un personaje que despide su duelo con nuestro héroe con la cabeza bien alta.
¡Ay! Y esa conversación final con la tía May. Los pequeños momentos son tanto o más importantes que las peleas a cara de perro o las amenazas de los enemigos íntimos. Este último arco ha evidenciado de lo que era capaz Zeb Wells pero que tantas veces se negó (y nos negó) durante estos cerca de tres años. Esperemos que quien venga ahora sea más consistente.
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