«Y aseguraos de mantenerlo lejos de Corrigan…«
Sí, sé que ECC acaba de anunciar un quinto volumen para la colección, pero este es el verdadero último tomo de Gotham Central (el quinto vendría a ser una colección de apéndices y breves cruces) antes de que la serie echase el cierre con motivo del comienzo de la aventura semanal que supuso la publicación de mi queridísima 52. Muchos personajes tenían que ir encaminándose al oscuro momento en el que comienza dicha serie, en los momentos finales de la Crisis que motivó la ausencia de los grandes héroes y el protagonismo de los personajes habitualmente olvidados por la editorial.
Llevábamos ya un tiempo siguiéndole el rastro a la agente Montoya y la verdad es que es formidable la manera en que Ed Brubaker y Greg Rucka la hicieron evolucionar a través de los cuarenta números de la colección. Ya desde el primer tomo ambos autores la ponen en el centro del escenario al enfrentarla a Dos Caras y obligarla a hacer pública si homosexualidad ante un departamento de homicidios quizás no demasiado dispuesto a aceptar esa realidad. Ha ido pasando el tiempo y su situación se ha ido asentando, en parte gracias a la compresión de su estupendo compañero, pero un inmenso sentimiento de ira ha ido creciendo en su interior hasta el punto de destrozar sus relaciones, comprometer investigaciones y hacer peligrar su puesto de trabajo en más de una ocasión.
«¿Esa es la versión que vais a venderme?«
Precisamente, en el anterior tomo Montoya se jugó el cuello al darle una paliza al corrupto Corrigan para tratar de obtener unas pruebas que él ya había vendido y que exculpaban a su compañero de un asesinato que no había cometido. Esta acción tendrá como consecuencia a un Jim Corrigan cada vez más difícil de procesar y con unos deseos de venganza muy peligrosos para el cuerpo. Toda esta trama, perfectamente orquestada por unos Brubaker y Rucka, cristaliza en un final brutal para la colección y un montón de preguntas sin respuesta que retomarían más adelante estos y otros autores.
Lo curioso del tema es que este cuarto tomo comienza con una trama completamente distinta a la de Renée y sus problemas de agresividad. Los autores abren la última tanda de Gotham Central con la aparente muerte de Robin. Aparente porque, ¿cómo puedes demostrar que es el verdadero o un imitador cuando no conoces su verdadera identidad? Al final, como es obvio, la verdad nos es revelada, pero este saga nos sirve para tomar consciencia de un nuevo nivel en la impotencia de los agentes de la ley frente a los llamados héroes. Es difícil trabajar juanto a quien se oculta tras una máscara, es difícil protegerlo y, por extraño que parezca, es extraordinariamente complicado empatizar del todo con su muerte. Al fin y al cabo, se lo estaba buscando, ¿no? ¿O era culpa del mentor que lo empujó a saltar de cornisa en cornisa? ¿O de la sociedad que jaleó a los metahumanos?
«Como si todo estuviera envuelto en una especie de grisura«
Más aún. Estos capítulos sirven para destruir por completo lo que quedaba del antiguo idilio entre la policía de Gotham y la prensa. La relación, otrora beneficiosa para ambas partes, se resquebraja cuando los informantes del periodista en nómina de la MCU parecen saber más de los crímenes que los propios investigadores. La libertad de prensa y la seguridad ciudadana son puestas en una balanza y evaluadas frente a frente por la pareja creativa tras esta colección y la respuesta correcta queda en el aire a la espera que el lector ponga a funcionar sus neuronas y reflexione sobre dónde están los límites de ambas parcelas.
Este cuarto y «último» tomo de Gotham Central nos vuelve a mostrar una serie magistral alejada del mundo superheroico y centrada en los policías de la oscura ciudad de Gotham. Brubaker y Rucka dignificaron a los eternos ya no secundarios, sino figurantes, de las aventuras del Caballero Oscuro y llenaron las calles de los héroes que siempre estuvieron allí porque es donde debían estar, con sus problemas y sus preocupaciones, pero siempre entregados en lograr que el día a día de sus conciudadanos fuera un poco más soportable y un poco menos injusto.
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