Norma Editorial nos trae Night Fever, trabajo independiente de la siempre exitosa dupla formada por Ed Brubaker y Sean Phillips; un thriller en el que no faltan el crimen y los bajos fondos propios de la casa y que versa sobre la identidad y los recuerdos.

«No voy a follar contigo, no sé si lo sabes«

Nuestro protagonista, Jonathan Webb, viaja por negocios a Francia y fruto de la casualidad -y de un par de malas e irracionales decisiones- se ve envuelto en una espiral criminal que le hará replantearse su propia vida. Narrada en primera persona, la obra es la crónica de un viaje vital o de una escapada que se fue de madre. El protagonista nos cuenta los hechos tal como los recuerda -con sus lagunas y claras invenciones incluidas-, pero no va más allá con una conclusión o un vistazo a las consecuencias -internas- de sus actos. Brubaker y Phillips nos muestran únicamente la fotografía de un momento, o más bien, el recuerdo de dicha fotografía.

Esta decisión narrativa resulta interesante en el sentido de que no asistimos a un viaje personal del protagonista, no hay un arco del que él o nosotros podamos sacar una lectura. La acción es la que mueve un relato de estómago, muy primario, que se mueve por puro impulso. Hay una sensación de inmediatez y frenetismo refrendada por el acotadísimo marco temporal, apenas tres días y sus respectivas noches.

Night Fever parece planteada como una espiral hitchkoniana filtrada por la pulsión cínica y rabiosa de Chuck Palahniuk, tales son las ligas en las que juega la pareja creativa de Fatale o Criminal. Tenemos a un protagonista anónimo, a todas luces superado por una situación imposible, pero que -a pesar de sus propios prejuicios y dudas- ve en ella la posibilidad de romper, aunque sea momentáneamente, con una rutina y comodidad alienante. Es un tipo de mediana edad con una buena vida sobre el papel, pero a quien siempre le han faltado arrestos para apostar por sí mismo.

En el epílogo que acompaña la obra, Brubaker comenta que Night Fever nació como una suerte de descargo de Reckless, una forma de desconectar y recargar energías de un cómic de más envergadura. Esta energía más lúdica se transmite desde el primer momento y como tal hay que afrontar la lectura de Night Fever, como un juego entre los autores y nosotros, los lectores.