Panini Cómics edita dentro de su línea Must-Have un tomo imprescindible para entender a la Patrulla-X post Día M y el camino que tocaría la futura nación krakoana en su primera fase. La Imposible Patrulla-X: Divididos, resistimos, supone también una transición dulce de autores, con Ed Brubaker dando la alternativa a Matt Fraction.
«Ahora es demasiado fácil«
Y hablamos de transición dulce porque el arco argumental que sirve de presentación de Fraction en la cabecera, es el mismo con el que Brubaker se despide. Los autores hacen tándem para que el primer día en la oficina de Fraction no se haga cuesta arriba y que conozca de primera mano cuál ha sido el tono y tratamiento de Brubaker sobre los personajes para, a partir de ahí, hacer sus propias propuestas. Esto es interesante porque evita desequilibrios acusados en tono e intenciones y que los cambios puedan gestarse de forma orgánica. Porque ¿cuántas veces no hemos asistido a cambios de equipos creativos que no solo no respetaban el trabajo previo sino que a veces parecía que los rechazaban o ni siquiera lo conocían?
No suelen ser habituales estas sinergias y son muy de agradecer. Más en un momento como el que tocaba, con las secuelas aún candentes del Día-M y, más importante, con la chispa de esperanza surgida tras Complejo de Mesías. Aún al borde de la extinción, el nacimiento de un bebé mutante se convirtió en el detonante de un proceso de cambio que empieza a tomar formas en estas páginas.
Pero claro, donde hay luz hay oscuridad y aunque él ni siquiera lo sabe todavía, Cíclope ya ha corrompido los idealistas sueños que le inculcó Charles Xavier. Pero estos son cuestiones que tendrán más peso en el futuro de la cabecera.
Lo que arranca en estas páginas es una etapa más optimista, pero también más combativa en términos sociales, con la Patrulla-X encontrando un nuevo hogar entre las gentes de San Francisco. La ciudad californiana es sinónimo de tolerancia y libertad dentro de la idiosincrasia estadounidense; un bastión de la defensa de los derechos de colectivos como el LGBTI y, como siempre ha sido seña de la franquicia mutante, se erige ahora como escenario para que la Patrulla-X alce la voz contra la desigualdad y la discriminación.
Divididos en dos «equipos» (uno con Scott y Emma y otro con Logan, Coloso y Rondador Nocturno), los protagonistas de esta Patrulla-X (hay que recordar que Brubaker dejó a varios personajes, entre los que estaban Kaos o Polaris, en el espacio… a ver quién y cómo los trae de vuelta) se sitúan en el comienzo de este tomo en sendos viajes vacacionales. La pareja en Tierra Salvaje dando rienda suelta a sus instintos… sí, salvajes; y el trío de amigos de viaje a Rusia para que Piotr rinda tributo a sus desaparecidos padres.
Con este espíritu de cambio que propone el traslado a San Francisco, la aventura nace con los personajes viajando y tomándose un respiro tras los tensos y dramáticos últimos meses. Así, aunque no faltan los problemas (a veces parece que les persiguen), el tiempo de descanso permite a los mutantes abordar las futuras amenazas con otra energía. Y es interesante que se Brubaker (el primer arco lo firma él en solitario) quien emprenda el inminente cambio de guardia adecuando perspectivas y motivaciones a un escenario que pide dejar atrás la mirada trágica casi obsesiva. Y este es un aspecto que se ilustra perfectamente en Hank McCoy, que venía de hacer un viaje en balde en busca de una solución a la inevitable extinción, a preocuparse por que haya huevos y comida fresca y no empanadillas precocinadas en la nevera.
La nueva utopía mutante tiene claro que la actitud de cambio y una mirada más luminosa son esenciales para los cimientos de la misma. Siempre hay, claro está, puntos oscuros personificados en un Magneto que pronto emprenderá un cambio de rumbo y… mejor dejamos lo que sigue para el siguiente tomo. Ahora toca disfrutar de los nuevos comienzos.
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