One-Star Squadron

One-Star Squadron: El Glovo de los superhéroes

One-Star Squadron«Cuesta colocar a un héroe cuyos poderes duran sólo un minuto«

 

Hace cuatro años, antes de la pandemia (porque existió un mundo antes de ella), llegó a mis manos el cómic de Los Picapiedra, que venía de recibir dos nominaciones a los premios Eisner de ese año. Con tal carta de presentación Gonzalo Olmedo y yo nos lanzamos de cabeza a su lectura de cara a una reseña que podéis escuchar en el podcast de nuestros amigos de SuperCómic Radio y en la que… pusimos al dichoso cómic a caer de un burro. Por pretencioso, por destilar un humor que jugaba a mirar por encima del hombro y, en general, por resultarnos MUY aburrido. Poco después llegaría a nuestras librerías Huyamos por la izquierda: Las crónicas del León Melquíades y nos encontraríamos con un relato tan similar y continuista con lo anterior que no lo logramos terminar (y sí, otra vez llegó a los Eisner). Sin descartar que mi sentido del gusto esté atrofiado, algo perfectamente entendible, lo cierto es que le cogí mucha tirria a este autor.

 

Sin embargo, Mark Russell, el autor detrás de las dos obras antes mencionadas, no había terminado conmigo y hará cosa de un mes volvía a mi vida a través de un número único de Los Vengadores que, sin fijarme demasiado en el apellido de quien lo escribía, me atreví a tildar como lo mejor que se había escrito para esa colección (en plena caída desde que se encarga de ella Jason Aaron) en mucho tiempo. Ahora me vuelvo a encontrar con él (y con el arte de Steve Lieber, que viene de la inclasificable serie de Jimmy Olsen: El Amigo de Superman) en One-Star Squadron y lo primero que siento es un escalofrío recorriendo toda mi espalda. Mi temor de leer algo que me va a dar más mal rollo que bueno y que no va a terminar de gustarme me acompaña durante gran parte de la lectura de esta miniserie… Hasta que la cosa da un giro tan interesante y entrañable que me emociono… y es entonces cuando recuerdo el cómic que había leído hace un mes sobre Ojo de Halcón y el juicio a toda su vida condensado en apenas las pocas páginas que dura una grapa mensual. De ella y de Second Coming, que es una auténtica locura y me parece mejor manera para conocer a este autor.

 

«Toda buena historia heroica es la historia de gente que se ayuda para sobrevivir«

 

One-Star Squadron pone ante nosotros a la empresa Heroz4U, una especie de Uber de superhéroes que tan pronto envía a sus empleados a fiestas de cumpleaños como a servir de guardaespaldas o dar charlas motivacionales de dudosa eficacia. La colección nos habla de un mundo en el que los héroes de segunda, los que no son el Batman o el Superman de turno, se ven obligados a trabajar de lo que pueden para pagar las facturas… Y esto ya me rechina. Quizás sea porque DC se ha ocupado menos de esto, pero lo cierto es que llevamos ya años viendo a Peter Parker ejercer toda clase de empleos para pagarse las facturas, a Daredevil o Hulka ganándose la vida como abogados, a Tony Stark levantando una y otra vez su empresa del fango gracias a sus prodigios tecnológicos… ¿Me dices ahora que los héroes de DC sólo pueden ejercer como tales? ¿Que no pueden dar clases de conducir, montar coches en una cadena de montaje o peinar a gente en una peluquería? Este mensaje me rechina de principio a fin de toda esta serie. Ý el hecho de presentarnos el oficio de superhéroe como algo parecido a los precarios y maltratados falsos autónomos de nuestra Glovo no termina de encajarme.

 

One-Star Squadron

One-Star Squadron

 

Lo arregla una segunda parte del cómic que reivindica la figura del héroe como el que hace lo correcto aún cuando las reglas establecidas del mundo lo empujan a actuar de una manera diferente. Hay una reflexión final en las últimas páginas de este cómic de ECC que me enternece y que casi justifica todos los sinsabores que he leído antes. Me queda claro que esto es lo que sí que sé apreciar de Russell, cuando baja al fango y, en lugar de mostrarnos mugre y más mugre, trata de enseñarnos que también hay cosas y acciones hermosas en esta vida.

Acerca de RJ Prous

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En la soledad de mi beca Séneca en Zaragoza aprendí a amar el cine mierder. Volví a Madrid para deambular por millones de salas y pases de películas para finalmente acabar trabajando con aviones. Amante del cine y de sus butacas, también leo muchos cómics y, a veces, hasta sé de lo que hablo.

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