«Durante los primeros tres cuartos de mi vida fui bastante gilipollas«
¿Cómo describir la situación actual de Green Arrow ahora que Jeff Lemire y Andrea Sorrentino se han ido a la competencia a contar las nuevas aventuras del Viejo Logan? Veamos, es como cuando en nuestras series preferidas al héroe (ese tipo duro) le abandona la chica y, ante la incontenible lágrima que se escapa traicionera, pone la excusa de que algo le ha entrado en el ojo, que se frota con fuerza mientras aprieta los dientes y vuelve al trabajo.
Sería absurdo negar que la serie del arquero esmeralda ha perdido a uno de los mejores guionistas que se han ocupado de ella en lo que llevamos de década. Lemire y Sorrentino cogieron una colección vapuleada y moribunda y la resucitaron a base de destruir el concepto del Oliver Queen forrado de pasta y enfrentarlo a algunos de sus peores demonios. Tanto es así que quien viniera detrás se vería obligado a aceptar muchas cosas que la pareja creativa había propuesto para el héroe, tanto si éstas le facilitaban o le complicaban la vida de cara a nuevas aventuras.
«#Noesdivertido«
Desde DC la elección estaba clara, dado el tremendo éxito de Arrow en la pequeña pantalla no era la primera vez que la editorial norteamericana trataba de tentar a Andrew Kreisberg con la posibilidad de ampliar sus guiones televisivos al formato del cómic. Ahora, con la serie de la CW más asentada y las ideas más claras, el autor ha dado el sí quiero no sólo a Green Arrow, sino a escribir una nueva serie sobre Flash que, como ya hemos visto por aquí, no ha terminado de convencernos.
Sin embargo, las correrías de Oliver Queen son una historia completamente diferente. Kreisberg le tiene completamente tomada la medida al héroe y, contrariamente a lo que podría pensar cualquier fan acérrimo de la etapa de Lemire, la serie no se resiente demasiado con el cambio de equipo creativo. Sí que es cierto que el tono cambia mucho, para parecerse de una manera más que evidente al trabajo que el guionista está haciendo en la televisión, pero esto no es necesariamente negativo ya que, como hemos dicho, Arrow es un éxito consolidado en la cadena propiedad de la Warner.
«¿¡Quién quiere ser el siguiente en morir!?«
De hecho, de las primeras cosas que hace Kreisberg (y que no terminan de gustarme) es barrer de un plumazo al elenco de secundarios que habían traído Lemire y Sorrentino (adiós a Emiko, Naomi y Fyff) para traerse a los que ya conoce de la tele: Dig y, como no, la divertidísima Felicity Smoak. Este cambio, tramposo y cobarde, termina siendo aceptado al ver la buena química que se establece entre los tres y la agilidad con la que el escritor los usa para las misiones que les son encomendadas.
Más aún, Kreisberg aprovecha la libertad que le dan las viñetas para relacionar al protagonista con todo el universo de héroes y villanos que no podrían por una razón o por otra salir en la serie y lleva a cabo con sus personajes trucos y cabriolas a los que no se atrevería con los actores de carne y hueso (tampoco debe resultar especialmente barato lanzar a tres personas desde un dirigible en plena ciudad). Con todo esto, tenemos un cómic bastante entretenido, aunque en ningún momento llegue al grado de maestría que nos mostraron sus predecesores. Lo mismo puede decirse de los dibujantes que acompañan al escritor: Ben Sokolowski y Daniel Sampere cumplen con su cometido, pero no despuntan de la manera en que Andrea Sorrentino lo hizo en los cuatro tomos anteriores a éste.
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