«Por lo visto alguien ha meado en los cereales para el desayuno de la detective«
Lo confieso, además de devorar cómics a pares e ir al cine cada vez que tengo la más mínima ocasión también me considero un seriéfilo moderado. Títulos como Mr. Robot, Jessica Jones, Hannibal o Blindspot no me resultan desconocidos y muchos días, tras escribir el artículo de rigor, me recuesto en mi silla y engullo un par de capítulos de alguna de las decenas de producciones norteamericanas.
Aún he de confesar más. De entre todas ellas, las del género policíaco (NCIS, Castle, El Mentalista…) me han chiflado desde siempre. Su formato, con historias que se abren y cierran en cada capítulo y una trama profunda que avanza poco a poco a lo largo de cada temporada, me es muy cómodo dada mi habitual falta de tiempo y la concurrencia de un grupo más o menos cerrado de personajes me permite disfrutar con la evolución de sus relaciones interpersonales.
«Ya es suficiente con 10 años en una morgue, ¿no crees?«
Gotham Central, como ya dijimos en el pasado, bebe de este tipo de producciones televisivas y nos ofrece el día a día de la Unidad de Crímenes Mayores (MCU en inglés) de la ciudad gótica. Ed Brubaker y Greg Rucka, como en mis adoradas series, aprovechan la peligrosa vida de la urbe deceíta para profundizar en la vida de los detectives que se dejan la piel por hacer de su ciudad un lugar mejor donde vivir.
Durante los primeros dos números hemos asistido al ascenso y caída de la detective Montoya por culpa de Dos Caras, a la perenne amenaza del Joker y a las complicadas relaciones de amor y desamor dentro de una oficina demasiado acostumbrada a lidiar con la muerte y que, tengámoslo también en cuenta, mantiene una tensa relación de dependencia y desdén con el justiciero encapuchado que patrulla las calles de su ciudad desde las sombras. Pero, ¿qué pasa cuando esta relación queda destruida? Gotham Central #3 aprovecha los acontecimientos de la serie principal del Caballero Oscuro para plantearnos la realidad de un departamento de policía apartado de Batman y verdaderamente enfrentado al héroe. En este número asistimos a la verdadera lucha del día a día sin que los disfraces chillones ni los villanos clásicos hagan acto de presencia.
«Espero que colabore usted más que su socia«
Sí, tenemos a Catwoman y sí, uno de los villanos de Flash (el Dr. Alquimia) se convierte en el principal contrincante de nuestros múltiples protagonistas, pero los autores exploran en esta ocasión una visión mucho más realista y cruda de la lucha contra el crimen en la única ciudad del mundo comiquero con un Callejón del Crimen.
El primer caso (con el agente de asuntos internos) y el caso de Catwoman son ejemplos claros de este cambio de tercio. La labor detectivesca en ambos casos supera con creces a las peleas de artes marciales que suelen copar las viñetas de esta clase de cómics y nos sitúan mucho más cerca de lo que podríamos suponer en un principio de las series de policías a las que hacía referencia al principio de mi artículo. La prolongada escena de los interrogatorios a la viuda, la secretaria y el representante del pastor asesinado en el segundo de estos dos casos nos recuerdan a las múltiples ocasiones en que hemos visto a Gibbs o a Beckett hacérselas pasar canutas a los asesinos y maleantes de sus respectivas ciudades y las cada vez más cimentadas relaciones entre Montoya y Allen o entre Driver y Josie nos recuerdan constantemente el mito del compañerismo policial que nos venden desde las ficciones televisivas.
Teniendo en cuenta todo lo anterior, sí, me encanta esta colección y este número no hace sino mantener bien alto el nivel de calidad que he venido observando desde su primera entrega. Dicho esto, al igual que yo soy muy fan de este género, también soy bien consciente de que no es un tipo de series/cómics que a todos guste. Así que cuidado, no busquéis en Gotham Central más de lo que acabo de plantear por aquí, porque pese a la ciudad y a los cameos puntuales, esta no es una serie de superhéroes y a más de uno puede atragantársele el concepto.
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