«Brainiac lo ha controlado. Iba a matarnos«
Pues ya está. Aquí acaba uno de los cruces más raros que he leído desde que ECC se hizo cargo de las publicaciones de DC. Liga de la Justicia / Power Rangers se ha revelado como una auténtica montaña rusa de sensaciones en la que no tengo muy claro cuál podría ser la predominante. No estoy seguro tampoco de si Tom Taylor y Stephen Byrne estarán muy orgullosos de su trabajo en esta ocasión, pero me queda meridianamente claro que se han divertido de lo lindo.
Y ahí está el quid de la cuestión. Analizando esta miniserie fríamente me vienen a la cabeza epítetos que no debería reproducir por este medio para conservar su reputación y buen nombre, pero, al mismo tiempo, me he merendado (y nunca había estado esto mejor dicho) todos y cada uno de sus números del mismo modo que me veía religiosamente cada tarde los capítulos inconexos y ligeramente vergonzantes de la adaptación norteamericana de las peleas de mechas niponas. Nunca sabré por qué lo hacía, pero esos condenados chavales en mallas conseguían centrar completamente mi (muy) dispersa atención.
«Este mundo va a quedar destruido«
Porque las villanías y las flaquezas de esta colección ya las expuse en mi artículo sobre los números que preceden a estos dos últimos. Pero quizás obvié u olvidé decir donde residen las fortalezas del cómic que Boom! Studios y DC han sacado conjuntamente. La principal de todas ellas reside, precisamente, en sus personajes. Dentro de lo ridículos que puedan parecernos, los Power Rangers siempre han sido un ejemplo de diversidad e inclusión. Todas las razas y los estamentos de un instituto se hayan en este grupo representados, desde el nerd (azul), hasta el deportista (rojo), pasando por el matón (verde) o la muy norteamericana animadora (rosa). Y cualquiera de ellos podía ser tu favorito. A mí me chiflaba el Power Ranger negro, con indiferencia de quién fuera debajo del traje. Me gustaba el personaje y me gustaba su zord, a alguno de mis amigos le encantaba el verde y a todos nos encantaba el zord amarillo en forma de dientes de sable.
Y es que a eso precisamente voy. Hay algo en estos cómics que nos lleva directamente al pasado. A las tardes de Cola-Cao y galletas frente a un televisor de tubo sin conectar a la antena. No serán la clase de literatura que uno desea tener y conservar de cara a las generaciones futuras. Pero son uno de esos pequeños placeres culpables que nos recuerdan tiempos más sencillos en los que los malos eran muy malos y los buenos eran colegas con los que querías pasar la tarde e ir a jugar al parque. Liga de la Justicia / Power Rangers logra capturar la esencia de una época y, permítaseme la broma, embotellarla para nuestro cómodo consumo. El cruce, finalmente, termina con un sonoro ‘Continuará’ que se me antoja más a broma de sus propios creadores que a amenaza real de la editorial. Porque la nostalgia es buena, pero siempre y cuando la podamos degustar en pequeñas dosis.
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