«Guay. Deberías imprimir eso en pegatinas para coches«
Tengo el corazón dividido en tres trozos. Por un lado, he de reconocer que la edición de lujo de Noches Oscuras: Death Metal que se ha sacado ECC de la manga es una pasada. Los dibujos de portada y contraportada son tremendos y la funda transparente da muy buen juego, pero es que debajo de todo esto (y aparte de los siete capítulos que componen este relato) nos encontramos con una extensa galería de extras con bocetos, galería de portadas alternativas y un estupendo homenaje a bandas como Megadeth o Lacuna Coil, que me han acompañado durante parte de mis años universitarios y que sirven de estupenda banda sonora para la acción que estamos disfrutando en las páginas de esta nueva serie de Scott Snyder y Greg Capullo, la pareja que será estudiada dentro de muchos años por hordas de nuevos aficionados a los cómics de DC.
Por otra parte, Noches Oscuras: Death Metal es el ejemplo perfecto de un viejo mal que asola a los cómics de las dos grandes editoriales norteamericanas. Y es que resulta imposible leerse este volumen sin haberse leído una miríada de títulos antes: Noches Oscuras: Metal, El Batman que Ríe, la totalidad de la colección de la Liga de la Justicia del propio Snyder y el evento deceíta del Año del Villano y eso sin hablar de cositas como Batman / Flash: La Chapa o El Reloj del Juicio Final. Es, sencillamente, demasiado para ingerir antes de lanzarse a por esta aventura, que parte de premisas tan locas que necesitamos un mínimo de preparación previa. Es demasiado material para poder leerse una simple aventura que, oye, reescribe una vez más el multiverso deceíta, pero que no deja de ser un sota, caballo y rey de los grandes crossovers superheroicos.
«Rezo para que todo el dolor y el sufrimiento, todo sacrificio, forme parte de una ascensión«
El tercer pedacito de mí tiene una ceja enarcada. Esto es porque no tuve ocasión de leer el evento cuando se publicó por primera vez (en grapa) y siento como si la acción que aquí leemos fuera dando saltos constantemente. ¡Ay, ay, ay…! Eso solo puede significar que DC ha vuelto a hacer lo de siempre: que la trama siga avanzando a través del resto de cabeceras de la editorial, pese a que ninguno de sus capítulos forme parte de la serie principal. Esto se traduce en que el final de muchos capítulos y el principio de los siguientes no suelen concordar. Faltan cosas entre medias y esto me mosquea muchísimo. Un evento debería poderse leer por sí mismo, mientras que el resto de cabeceras sirvan para profundizar en el mismo. Hacer las cosas de esta otra manera acarrea que la lectura de este volumen esté llena de huecos. Imaginaos que en Star Wars está Luke jugando al ajedrez espacial con Chewbacca, la pantalla funde en negro y en la escena siguiente tiene una mano menos. No tiene sentido. Me he tirado minutos pasando páginas hacia adelante y atrás tratando de encontrar sucesos que no nos son relatados, pero que se dan por sabidos.
Así, en resumen, nos encontramos con un estupendísimo tomo deluxe para un crossover repleto de estridencias. El evento le sirve a DC para limpiar por enésima vez el tablero de juego (ya he perdido la cuenta de cuántas llevamos) y a la editorial catalana para poner en nuestras librerías un tomo que mola bastante una vez expuesto, pero que está a rebosar de detalles que no nos terminan de encantar.
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