Neil Gaiman nos ofrece un relato protagonizado exclusivamente por mujeres en el que alaba su rico mundo interior.
¿Se puede considerar el quinto volumen de Sandman como un cómic feminista? Juego a ser Tú nos sumerje en una historia protagonizada por mujeres de muy diferente origen y recorrido que coinciden en un bloque de pisos una noche en la que la delgada línea entre los sueños y la realidad parece desdibujarse. Ahora bien, dudo mucho que Gaiman eligiera este tomo como su estandarte en favor de los derechos y libertades de las mujeres, sino que más bien fue su manera de homenajear y recalcar el rico mundo interior de las mismas.
Gaiman vuelve a recuperar personajes previamente bosquejados y nos presenta a Barbie, la arquetípica esposa de Ken que a la que vimos soñar en La Casa de Muñecas y cuyo matrimonio se destrozó poco después. La protagonista se ha mudado a la gran ciudad y allí es donde trata por todos los medios de reencontrarse consigo misma. Su nueva mejor amiga, Wanda, nos es presentada como un transexual a la espera de una operación que, repudiado por su familia conservadora, se apoya en Barbie a la par que la ofrece su guía por las calles y la intensa vida de Nueva York.
Completan la fauna del bloque Tesalia (una misteriosa mujer a la que veremos más veces a lo largo de la obra), la pareja formada por las lesbianas Hazel y Foxglove (cuya historia nos lleva aún más atrás, al primer tomo de la colección) y George, un siniestro vecino cuya presencia va preocupando al lector con cada página que pasa. La elección de esta comunidad de vecinos no deja nada al azar y nos ofrece una visión de conjunto de varios tipos de mujeres (por nacimiento o de corazón) y sus muy diferentes caracteres (la fuerza de Wanda, la sumisión de Hazel, la amargura de Tesalia, el rudo cariño de Foxglove…), haciendo del edificio un microcosmos en el que el varón es la única nota discordante, aunque no sea necesariamente la más malévola.
Juego a Ser Tú recuerda vagamente a La Historia Interminable de Michael Ende con ese viaje al corazón de nuestra propia fantasía y los riesgos que el mismo conlleva tanto hacia el viajero como para con las criaturas de su propio sueño. Gaiman hace gala en este, a menudo seleccionado como su favorito, tomo de la colección de una imaginación desbordante que juega con las formas, las percepciones y las experiencias pasadas y nos ofrece a cambio una fantasía que nos invita a bucear en ella hasta sus últimas consecuencias.
Esta entrega gira en torno al fin de los sueños y a nuestra dificultad para desprendernos de ellos y partir rumbo a nuevas metas y nuevas ilusiones. El personaje de Barbie nos mostró en el segundo tomo de la colección un mar de fantasías que la permitían evadirse de la superficialidad de su vida con Ken. Sin embargo, desde los acontecimientos que cerraron La Casa de Muñecas Barbie no ha vuelto a soñar y cuando lo hace, se descubre a sí misma atrapada en sus sueños de entonces. Se trata claramente de otra de las magníficas maneras de Gaiman de contarnos las cosas, la protagonista se encuentra en un estado de búsqueda del autoconocimiento y el nuevo «yo» que emerja del proceso, si el personaje sobrevive a la metamorfosis, deberá hacerlo libre de las cómodas ataduras del pasado y con nuevos sueños que la permitan mirar con esperanza al futuro.
El personaje de Wanda, por último, pese a su marginación y su aparente artificio, resulta ser en última instancia el único que, sin renunciar a su feminidad, se comporta de una manera verdaderamente heroica y no se deja llevar por el miedo, la ambición o el deseo (como sí hacen el resto de personajes). Resulta irónico que la mejor mujer del relato físicamente sea un hombre, pero aquí también debemos ver la voluntad de Gaiman por poner el acento en el alma humana más allá de lo que nos dicten las apariencias y lo que nos imponga la socidad del momento.
Juego a ser Tú, siendo como es uno de los tomos con mayor carga fantástica, es también la entrega con mayor componente social de la obra de Neil Gaiman para Vertigo. Y lo cierto es que su lectura mola bastante.
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