La primera de las aventuras, Exógeno, tiene un desarrollo de corte más clásico (a diferencia de la anterior Cajas fantasma que tomaba un tono de aventura detectivesca o Xenogénesis, que enfatiza la lectura social de la historia trasladando la acción a un pequeño país africano), con nuestros protagonistas luchando por salvar la vida al tiempo que intentan descubrir quién está detrás de todo. Cíclope y los suyos tienen que enfrentarse a unos centinelas de última generación que llevarían años desarrollándose con un único fin: acabar con la Patrulla-X. A priori nada nuevo que llevarnos a la boca, pero Ellis no se queda en el socorrido planteamiento de luchar contra los robots cazamutantes sin más, sino que les da a estos un origen enrevesado y perverso, dándole la oportunidad de recuperar personajes como Sauron (el humanoide pterodáptilo, no el maloso de El Señor de los Anillos) y otros de segunda fila pero que querían su minuto de gloria, así como al Nido, esa especie alienígena nacida como contrapartida marvelita a los xenomorfos de H.R. Giger y Ridley Scott y que gracias a Lobezno y la Patrulla-X han vuelto a estar de moda. Si habéis visto la saga, encontraréis algunas similitudes entre la función de los aliens en la cuarta entrega (la de un incomprendido Jean Pierre Jeunet) y del nido en esta historia.
A pesar de que la acción sea la predominante, Ellis se toma su tiempo para dejar que Bestia haga las veces de científico loco, o más bien que sus compañeros le acusen de ello (seguimos viendo flashes de la beligerante actitud de Cíclope que llevará a los X-Men a su futuro Cisma) y podamos asistir a nuevas e interesantes teorizaciones sobre el gen mutante y los intentos de las mentes más brillantes del universo Marvel por reactivarlo después de las fatídicas palabras de Bruja Escarlata.
El segundo de los arcos argumentales nos lleva, como decía a África, y está ilustrado por Kaare Andrews quien, como apunta Bruno Orive en su texto introductorio, se tomó con muchísima ilusión el encargo y adecuó su dibujo al tono de la colección, rebajando considerablemente su estilo caricaturesco. La aparición de unos presuntos bebés mutantes en un poblado sirve como excusa para que Warren Ellis ponga el dedo en la llaga acerca del poco caso que se hace desde Occidente a los problemas en el continente, asolado continuamente por guerras, hambrunas o pandemias. Cobra especial trascendencia ahora después del revuelo causado con los contagios de ébola en España y EEUU. El último brote llevaba masacrando algunas regiones centroafricanas desde enero del pasado año pero no fue hasta meses después, cuando enfermaron los primeros españoles, cuando les hicimos casos. Curados estos la enfermedad se ha erradicado… de los informativos.
Ese desdén es el que se traslada a este punto y final a la etapa de Ellis en Astonishing X-Men.
Aquí de nuevo vemos una suerte de centinelas, estos venidos de un lugar desconocido y nos devuelve a los descubrimientos hechos por el grupo de mutantes en Cajas fantasmas. De nuevo mucha acción, aunque el humor también se hace notar, en gran medida sobre todo a Emma Frost quien, fuera de su ambiente urbanita, ha de buscar formas en las que pasar el rato. Como en Exógeno, recuperamos personajes clásicos y olvidados para engalanar la trama, que sirven como guiños de complicidad para los más veteranos. Sin que ello afecte, en absoluto, a la comprensión o conocimiento de los acontecimientos para los nuevos lectores. De hecho, en Xenogénesis, donde vemos varios «cameos», Emma va preguntando por cada uno de ellos (pues se trata de personajes anteriores a su incorporación al equipo) y Armadura le da una rápida lección de historia pensada también para los lectores.
Como complemento a este tomo que incluye Astonishing X-Men 31-35 y Astonishing X-Men: Xenogenesis 1-5 USA, Panini nos ofrece una selección de dibujos de Kaare Andrews de la aventura de la que se ocupa.
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