El título de esta reseña no puede ser más apropiado: la caza. No le busquéis dobles sentidos o lecturas más profundas. Esto es, ni más ni menos, lo que nos depara Capitán América #91, en el que es el tercer capítulo de las aventuras de Steve Rogers narradas por Mark Waid y Chris Samnee. ¿Y quién podría querer dar caza al bueno del Capi? La portada del tebeo publicado por Panini Cómics no puede ser más explícita al respecto: Kraven el Cazador.
Fuera del entorno arácnido muchas personas lo tendréis desubicado. Pero tiempo después de pasar a mejor vida en la inolvidable La última cacería de Kraven volvió a nuestras vidas de la mano de Dan Slott en la enérgica saga El desafío, también enmarcada en la cabecera El Asombroso Spiderman. Apariciones más o menos afortunadas en dicha colección o en series satélites como Araña Escarlata han sido su coto de caza en los últimos tiempos.
Pero como bien dice Kraven en las páginas de este Capitán América #91, Rogers es «el espécimen más físicamente perfecto del mundo […] representas el desafio definitivo«. Así que emulando a los malosos de clásicos fílmicos como El malvado Zaroff (1932), Blanco Humano (1993) o Salvajes (1974), Kraven utiliza al Capi como atracción principal de un sádico juego que tiene como fin demostrar que es el cazador más implacable que existe. Ya le conocéis, Kraven y su monotema.
Si no fuera por ese último par de páginas que trae el cuaderno y que enlazan con la próxima aventura, podría considerarse una aventura autoconclusiva, excelente ejemplo de concreción y de narrativa evocando a los modos de escribir de no hace tanto, donde una grapa ofrecía espacio suficiente para contar una historia completa. En los tiempos de serialización extrema en los que vivimos, estos ejercicios reivindican la plasticidad del medio.
Samnee y Waid trabajan muy bien los tiempos de esta aventura llena de trampas y obstáculos para el Capi. Aunque es cierto que se echa en falta una mayor presencia de Kraven. Una historia como esta, para subrayar el peligro de la cacería, el juego del depredador y su presa, requeriría de la presencia de el punto de vista de ambos: cazador y trofeo, pero la pareja de autores opta por poner el foco absoluto en Steve Rogers, lo que trae como consecuencia una rebaja de la tensión y sensación de peligro del duelo.
Al margen de estas decisiones narrativas, no se entiende muy bien el desenlace de la aventura. Faltan diálogos o viñetas, pero la acción se vuelve confusa y terminada la lectura solo sacamos en claro que el Capi está en peligro. Pero las últimas cuatro-cinco páginas son un batiburrillo en el que da la sensación de que se han «comido» a algún personaje y que Kraven no sabe ni donde está. Misterios de la vida. Así, este tercer episodio baja el listón previo, con dos entregas redondas. Este es un pequeño traspiés que no debe enturbiar la estupenda etapa que está construyendo la pareja creativa en torno al Centinela de la Libertad.
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