El equipo de Peter Quill entra en el macroevento Marvel sin despeinarse ni renunciar a contar su propia historia.
Primera entrega de las dos de Guardianes de la Galaxia que enlazan con Infinito. Brian Michael Bendis no logra evitar (y mucho menos tras el pasado en común entre Thanos y Quill) que su equipo estelar esquive el macroevento Marvel que ha cerrado 2013 en Estados Unidos, pero sí que consigue usarlo para su propio beneficio y para corregir algunos errores derivados de sus propias prisas.
Estos «errores» reciben el nombre de Angela y se refieren a su rápida y un tanto absurda entrada en la colección. Todos conocemos y aplaudimos la rapidez con que Cohete pasa de la actitud tranquila a la beligerante, pero la velocidad con que el equipo juzga al personaje creado por Neil Gaiman y se lanza a reventarla a tiro limpio resulta del todo incongruente. El propio Bendis se debe dar cuenta de que, quizás, esta no sea la mejor manera de integrar a la cazadora en el equipo y a mitad de capítulo no tiene más remedio que aflojar la correa y dejar que el personaje se desenvuelva un tanto a su aire.
Es entonces cuando la serie recupera nuestro interés y la fuerza narrativa que la caracteriza. Star-lord vuelve de «dialogar» con el Titán Loco, pone orden en la banda y centra la atención del lector en lo que en realidad importa: ¿debe la formación intervenir en la guerra a dos bandas que se relata en Infinito?
Bendis ha de hacer malabares con la capacidad de liderazgo de Peter Quill para lograr que la serie vaya por donde él quiere y no por donde algunos de sus personajes se inclinarían a ir (estoy hablando, claro, de cierta mercenaria de piel verde). Lo que parece una decisión cobarde (cambiar la defensa de la Tierra por la lucha por el control del Pico de S.W.O.R.D.) responde, por un lado, a la necesidad de Quill de ocultar a sus compañeros su reciente búsqueda de respuestas en las ruinas de Titán y, por el otro, a la lucha interna entre corazón y razón (propia de cualquier líder) en la que el primero empuja a defender lo querido y conocido y lo segundo llama al sacrificio en pos del bien mayor.
Así, Guardianes de la Galaxia entra en Infinito de manera tangencial y sin demasiados aspavientos, aprovechando la coyuntura para desarrollar a los personajes, sus motivaciones y los sucesos del pasado más reciente que han llevado al equipo a estar donde los encontramos hoy. ¿Que por el camino Bendis puede contar durante un capítulo con los premiados lápices de Francesco Francavilla? Pues mejor que mejor, ¿no?
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