«Yo restablezco las reglas. Dicto la ley«
Ya está aquí, ya llegó. este es el momento en el que Hulk cae hacia el más profundo de los abismos para volver a alzarse convertido… ¿en qué se convertirá Hulk cuando deje de ser el Inmortal que ha dado título a esta fabulosa época en la editorial? ¿Volveremos a ver a un Banner listo y timorato y un Hulk furioso y tontorrón? ¿O se sacará Donny Cates algo bien distinto de la chistera? Al actual guionista de Thor no se le caen los anillos con retos como éste y está más que acostumbrado a lidiar con personajes habitualmente duros y brutales (Thanos, el Motorista Fantasma Cósmico, Veneno…) para ofrecernos reinterpretaciones que los hagan saltar hacia adelante y hacia lo desconocido. Así que lo que llegue no tiene por qué ser necesariamente peor de lo que se va, sino simplemente distinto.
Pero eso ya se verá. Por el momento, como decía, tenemos un número en el que los U-Foes se dedican a barnizar el suelo de medio estado con las tripas de un Hulk en horas muy bajas. Esto, aparte de resultar un espectáculo dantesco y ciertamente terrorífico (tanto por la brutalidad del ataque como por lo anodino y casi burocrático de la paliza), va a ser claramente la puerta hacia la confrontación final de esta serie, pero vuelve a plantear un tema que ya he visto casi un millar de veces desde que me dedico a esto de las reseñas de cómics para La Noche Americana: la caída como precedente a la reconstrucción del personaje.
«Bueno, yo le voy a escupir en el ojo«
No digo que no existiese este tipo de historias con anterioridad. El mundo de la literatura, del cómic y del celuloide se nutre de muchas historias de este estilo. Muchas películas, de hecho, cumplen con el esquema de situación inicial regulera – ocurre algo (obtención de poderes, creación de un equipo, romance que fructifica…) que hace que todo mejore y vaya para arriba – ocurre algo que hace que todo se desmorone – los personajes aprenden una valiosa lección, crecen y regresan más fuertes y sabios que nunca. Es así, siempre ha existido y siempre existirá. Sin embargo, creo que se ha convertido en un patrón en los últimos tiempos dentro de la Casa de las Ideas el coger a un personaje, desmontarlo pieza a pieza, rebozarlo por el barro del fracaso y traerlo de vuelta si no más fuerte, más astuto y más capaz de confiar en sus aliados. Lo hemos visto con el Doctor Extraño de Jason Aaron, ha ocurrido con el Peter Parker de Dan Slott e, incluso, es lo que ha pasado con el Batman de Scott Snyder en la Distinguida Competencia.
Creo que el motivo de esta historia recurrente se halla en los tiempos convulsos que nos ha tocado vivir. Ya hace tiempo que pasó la euforia que movió al mundo al finalizar las dos Guerras Mundiales y la Guerra Fría posterior. Estados Unidos, como principal potencia, ha perdido fuelle y su crisis de liderazgo ha venido acompañada de una cierta y creciente inestabilidad mundial que se va cobrando victorias y derrotas en los más diversos frentes (ya no sólo en guerras como la de Afganistán, sino a nivel comercial y diplomático o territorial). A todo esto hemos de sumarle la terrible crisis de 2008 y la crisis en la que nos encontramos ahora, que se ha juntado con una aún más pavorosa pandemia que nos ha mantenido encerrados en casa durante meses y que, una vez hemos salido, amenaza con cambiar algunas cosas quizás para siempre y no necesariamente para mejor. Estamos en un momento de caída hacia el abismo y lo que muchos autores (y veo que Al Ewing se suma a ellos) nos parecen querer decir es que hay luz al final de cada noche oscura. Que saldremos de esta época quizás no más fuertes, pero sí renovados y capaces de resistir cada nueva ola de desesperanza que la vida pretenda echarnos encima.
Yo, al menos, quiero creer como ellos.
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