«Me estás rompiendo el corazón gatita…«
Se ha metido Christopher Cantwell en los dos últimos capítulos en un berenjenal un tanto extraño. Ha enviado a Tony Stark vaya usted a saber dónde y ahora se fabrica una excusa para darle un power up al grupo de desvalidos con los que se ha juntado el Vengador Dorado que parece un poco más que cogida con pinzas. Resulta que Dragón Lunar debe tener una especie de alerta en el móvil cósmico para cuando seres como Korvac salen de la atmósfera terrestre. Vale que el personaje sea poderoso, pero, ¿tanto? ¿O ha sentido una perturbación en la fuerza? El funcionamiento detrás de este número me tiene intrigado (que es una manera elegante de decir que no hay por donde cogerlo), pero es lo que hay y debemos creer que persigue un bien mayor de cara a la resolución de la etapa / serie de este guionista.
Si en el número anterior los personajes se ponían metafísicos, en éste vivimos un viaje a lo largo y profundo de la historia de Patsy Walker. El personaje, que viviera su época dorada en los años cuarenta del siglo pasado en su propia serie de humor adolescente (para el público femenino de aquel entonces) y fuera integrado en los cómics de la Casa de las Ideas en la década de los setenta (ya como la Gata Infernal), volvió a resurgir gracias a la serie de Netflix de Jessica Jones, pero entre medias ha tenido una historia rica y profunda que Cantwell se ha estudiado a fondo a fin de convertirla en un personaje clave en esta trama y, a la vez, una herramienta para poder dejar en viñetas su propio mensaje hacia el mundo.
«Con un toque suave… libéralo. Acéptalo. Abrázalo«
Esta es la parte que me gusta más de este número tan raro. Los que me leáis más a menudo sabréis que disfruté con el Mr. Milagro de Tom King y con la Noche Oscura de Paul Dini (o el Es un Pájaro… de Steven T. Seagle), cómics que parecen ir sobre super héroes, pero que tratan temas psicológicos mucho más profundos e interesantes y que merecen una lectura pausada, entendiendo toda la carga emocional que contienen. Cantwell en este número habla de un tema tan potente como tabú: el suicidio. Se retrotrae al intento de suicidio de Walker en su pasado para mostrarnos a la vez la fragilidad de por vida quien ha llegado a tal extremo y la tremenda fuerza y la esperanza que inspira el saber que se puede pasar por ese punto y ‘volver a ver la luz del sol como un regalo’. Iron Man #8 (#127) habla de la aceptación del pasado, de perdonarnos a nosotros mismos y del crecimiento que se esconde detrás de ello. Y solo por eso ya merece la pena su lectura.
Por lo demás, si ya antes estaba algo perdido con esta serie, ahora ya directamente no sé hacia dónde se pretende dirigir. Sí, habrá una confrontación final contra Korvac en la que cada uno de los personajes sacará lo mejor y lo peor de sí mismo y sí, supongo que habrá una moraleja detrás de toda esta locura. Pero, sinceramente, no tengo ni idea de qué subterfugio se va a inventar ahora el guionista para reunir a los personajes para la batalla final. Quizás Mapache Cohete tenga una hemorroide mágica que le avisa de los problemas de Tony Stark. O puede que la Gata Infernal pueda rastrearlo como si fuera una Bola de Dragón con sus nuevos poderes. No lo sé. Pero llegados a este punto dejaré que Cantwell me sorprenda. Al menos me divertiré un poco más que con Slott y Gage.
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