«Sí. ese tío necesitaba tener éxito«
Por un instante. Por una décima de segundo. Por un momento detenido en el tiempo, hemos llegado a creer que Tony Stark volvía a la Tierra convertido en un dios de hierro y que su batalla contra Korvac le había enseñado una pizca de humildad. Dura tan solo eso, un parpadeo, pero cuando Tony trata de calmar a Fantásticos y Vengadores y evita hacer gala de su actual omnipotencia uno no puede sino desear muy muy fuerte que Christopher Cantwell se haya atrevido a hacer lo que ningún otro autor parece haber querido hacer jamás: presentarnos a un Iron Man poderoso, pero consciente de sus errores y de lo limitado de su enfoque (que, a ver, lo es, pero la solución que propone complica aún más las cosas).
En cierto modo, creo que este Iron Man #16 (#135) es una oportunidad perdida, pero con tantos cruces entre series, tener a un Iron Man cósmico en los Vengadores igual podría ser algo complicado de sobrellevar. Mejor busquémosle un villano a la altura rápido para poder olvidarnos pronto de esta nueva faceta dentro de la rica historia del personaje. La Marvel actual no quiere agitar demasiado el avispero y un Tony con los poderes de un dios espacial es, sin duda alguna, una amenaza tal que, o se resuelve rápido, o puede dar para uno de esos temidos y ahora repudiados crossovers.
«La verdad es que creo que me acabo de volver más tonto«
Pero es que seamos realistas. El poder absoluto tiende a potenciar lo que ya tenemos dentro de nosotros. Al que es cien por cien bueno puede que le haga destacar por sus obras desinteresadas, pero como nadie es perfecto, cada uno de nuestros defectos se puede mostrar con una potencia mucho más allá de nuestro control. El mentiroso mentirá con la certeza de que nunca será pillado, el perezoso vagueará con la convicción de que nada ni nadie le podrá obligar a moverse y aquel con un ego desmedido se descubrirá a sí mismo pensando que sus ideas, como su poder, son absolutas y necesarias para su puesta en práctica. Tony Stark es un buen aliado cuando no es más que un brillante ingeniero embutido en una armadura de millones de dólares, no cuando enarbola la bandera de la iluminación definitiva y pretende convertirnos a los demás en clones suyos.
Había una historieta, cuando estaba estudiando para ser maestro, que me llamó siempre la atención. La de «Sólo Juan es normal» que podéis leer siguiendo el enlace que pongo en su título. Tony se pone el disfraz de maestro de los simples humanos mortales y decide que, si quiere que las buenas ideas comiencen a fluir, debe normalizar la genialidad. Convertir a jóvenes y viejos, ricos y pobres, buenos y malos… en sus iguales. Y que a partir de ahí comenzará a fluir la magia. Lo palpable de su error lo vemos enseguida, sin necesidad de que un villano de tercera nos lo venga a recordar, pero no será hasta los próximos números que veremos hacia dónde le conduce esta nueva carrera hacia la locura.
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