«Mi casa y no existe. Mi gente ha muerto. Yo soy… lo único que queda. Y no duraré mucho más«
Brutal el giro que ha tomado la serie de Christopher Cantwell en sus últimas entregas y brutal el número que cede su portada a este artículo. ¿Cuál es el mayor defecto de Tony Stark? Su inconmensurable ego. ¿Qué ha decidido el autor para remediarlo? Convertir al personaje en una suerte de deidad prácticamente omnipotente. ¿Qué podría salir mal? Bueno, quizás la pregunta no sea esa, sino cuánto tardará en descubrirse esto como la peor de las drogas en las que haya podido dejarse caer el Vengador Dorado. Y es que sí, comparo este poder cósmico que ahora inunda a Tony con su adicción a la bebida. El protagonista de nuestra serie siempre ha sido un hombre desbordante de ideas que podrían cambiar el mundo y para él la falta de poder y la oposición de cuando en cuando de sus amigos han sido siempre los obstáculos para poder realizar muchas de ellas. ¿Qué ocurre cuando dispone del poder y ninguno de sus aliados pueda llegar a toserle ni un poquito?
Me recuerda lo que está ocurriendo al crossover entre mutantes y Vengadores que escribiera en 2012 Jason Aaron. En Vengadores contra la Patrulla-X cinco de los hombres y mujeres X (Cíclope, Emma Frost, Magik, Coloso y Namor) asumían parte del poder del Fénix y, si bien comenzaban haciendo el bien a lo largo y ancho del mundo, pronto la parte oscura de esta entidad espacial (o más bien la borrachera de poder que sufrían) se encargaba de torcer todos sus beatíficos planes y la humanidad entera se veía obligada a pararles los pies. Un Tony Stark imbuido con el poder de un ser celestial se va a convertir en un peligro para su planeta y para el cosmos más pronto que tarde… y ya veremos entonces cómo demonios se detiene a ‘dios de hierro’.
«Un sacrificio necesario para detener tu interferencia«
La batalla que Cantwell (con un fantástico dibujo de Ibraim Roberson) describe en el Iron Man #15 (#134) que publica Panini tiene unas proporciones y una épica acordes al poder que han obtenido tanto Tony como Korvac… y también es un vehículo para mostrar las terribles consecuencias de su enfrentamiento. La historia que vemos al wobbow redactar en sus últimos estertores me sorprendería que quede ahí, olvidada sobre la mesa de un bar y es mucho más que probable que vuelva en un futuro para perseguir en las pesadillas de cualquiera de estos dos personajes, de los cuales el destino del villano queda envuelto en una capa de misterio (y promesas de futura violencia) que ya veremos cuándo demonios se resuelve.
El actual guionista de Iron Man ha terminado ofreciéndonos una etapa mucho más sólida de lo que se le suponía (aunque no podemos olvidar algunos de sus tumbos más inexplicables). Con él, hemos partido de un Tony que se sentía desplazado de un mundo que no le otorgaba la aceptación que él buscaba del mundo para pasar a un dios de hierro que es capaz de remodelar la realidad a su antojo. Todos los traumas, todas las inseguridades, las adicciones y el drama están ahí, enterrados bajo megatones de poder cósmico.
Estaréis conmigo en que nos espera una de las caídas más salvajes y aparatosas a las que se haya enfrentado uno de los Vengadores originales.
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