«En su día los tres éramos un círculo cerrado«
Da comienzo el arco argumental final para Christopher Cantwell. El autor que todos creímos que se quedaría en la colección lo justo para hacernos olvidar la nefasta etapa de Dan Slott al final ha protagonizado un período de dos años enteros en los que se ha dedicado a llevar a Tony a lo más alto de sus poderes para luego dejarlo caer a lo más bajo, con un retorno a los abismos de la adicción incluido, y ahora lo coloca en la rampa de despegue para que recojan el testigo nada menos que Gerry Duggan (Patrulla-X y, antes, Merodeadores) y Juan Frigeri (Los Vengadores o Los Guardianes de la Galaxia de Al Ewing). Si ya fue toda una responsabilidad levantar esta serie allá por finales de 2020, ahora la Casa de las Ideas le encarga al guionista que deje la historia en un punto muy concreto con la tranquilidad de saber que Cantwell va a cumplir.
Y parece que la idea es dejar a Tony en la bancarrota una vez más, revolcándose en el barro para que los que vengan detrás puedan redefinir una vez más en qué consiste ser no sólo el Vengador Dorado, sino el hombre que se esconde tras la armadura del millón de dólares. Para ello Cantwell embarca a Tony y a Rhodey en una cacería de armamento en el mercado negro que les lleva a pactar con el diablo, ocultarse del resto de héroes y fundirse la pasta de Stark Internacional a manos llenas. Cómo acaba esto es algo que veremos en un par de meses, pero por de pronto la nueva aventura del Hombre de Hierro me suscita una serie de cuestiones.
«Construí Iron Man para desarmar a aquellos que querían armas para conseguir el poder«
La primera, y la más importante, es ¿por qué Tony se está gastando todo su dinero a manos llenas? O, más bien, ¿por qué ahora? Aparte de porque Marvel se lo ha pedido amablemente al guionista, la trama nos sugiere que Tony ha decidido que ahora, justo ahora, el dinero de su compañía le parece que proviene de los cuerpos ensangrentados de todos los que han muerto bajo el fuego de las armas que han desarrollado los Stark durante décadas. Todo muy bonito si no fuera porque ya hemos visto en decenas de adaptaciones (y en el cine sin ir más lejos) como esta toma de consciencia es la que motiva a nuestro protagonista a, más allá de sus aventuras superheroicas, a cambiar el rumbo de su empresa y utilizar todo el dinero que ha nacido del dolor en hacer el bien por la gente del mundo. ¿Es más importante esta nueva misión que todo el bien que puede hacer su empresa por la vida de los ciudadanos de a pie?
Una vez más Cantwell nos presenta una historia repleta de altibajos. De nuevo me cuesta horrores entender el por qué de las cosas que están ocurriendo, pero también otra vez vemos como la manera de llevar la historia por parte del guionista es casi impecable. Se acabará esta etapa y aún no habré podido decidir si me ha gustado o no. Y será por esta inconstancia entre los planteamientos y las conclusiones. Da la impresión de que Cantwell siempre ha sabido a dónde quería dirigirse, pero nunca ha terminado de ver claro cómo llegar hasta ahí. Tibio punto y final para una etapa que nos ha dado bastante más de lo que le pedimos en sus comienzos.
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