El Viejo Logan #79

El Viejo Logan #78-79: Viajando en Delorean

El Viejo Logan #78«Ya no vas a freír nada, chavalín«

 

Da comienzo la saga con la que nos vamos a despedir de Jeff Lemire a los mandos de El Viejo Logan y, ya de paso, del guionista como parte de la gran familia de la Casa de las Ideas. En estos números, en los que Andrea Sorrentino deja de dar vida a los guiones y se limita a dibujar las portadas, el de Essex se lleva a su paisano de paseo por los momentos más cruciales de su vida como continuación de esa conversación que quedaba casi a pie de página entre el anciano mutante y la joven Jean Grey al final de la aventura anterior que publicase Panini en el mes de junio. Allí, tras un mareante viaje de regreso a los Baldíos que luego resultaba no ser tal, Logan tomaba la resolución de volver a su pasado (nuestro incierto futuro) para rescatar al hijo de Bruce Banner aún no corrompido por los deseos primarios de su ya extinta estirpe.

 

Nos dejaba entonces Lemire con la miel en los labios de cómo habría sido una serie así en sus manos. Una suerte de El Lobo Solitario y su Cachorro (Kazuo Koike y Goseki Kojima, 1970-76) a la occidental con un protagonista trastornado por su pasado y un crío con el poder de un semidiós. Sin embargo, su abrupta salida de Marvel y el cambio de equipo que ello conlleva nos da a entender que ese sueño húmedo no terminará por cristalizar y en su lugar el guionista se dedicaría a deambular con su personaje a lo largo de las escasas entregas que le quedaban por entregar.

 

«¡Abrid paso a Lobezno!«

 

Nada más lejos de la realidad. En El Viejo Logan #78 somos testigos de la furiosa entrada de Logan en una de las prisiones secretas del gobierno con el objetivo de rescatar a alguien muy concreto. Lo que parece una misión a ciegas y a pura furia se va desvelando poco a poco como un calculado plan del mutante para hacerse con los medios para viajar al pasado que recuerda y volver de allí con el bebé Hulk. Se trata de dos números al más puro estilo del Lobezno de siempre en los que Lemire demuestra haber hecho los deberes al rescatar del olvido a un personaje del que apenas se sabe nada, aparte de que cumple con las exigencias del mutante a la hora de proporcionar viajes en el tiempo y no disponer de la moral necesaria como plantearse su pertinencia. Se encarga del dibujo de esta aventura, introductoria para la principal, Filipe Andrade, lo que supone (al menos para un servidor) un cambio quizá demasiado brusco en el estilo artístico de la colección.

 

El Viejo Logan #79

El Viejo Logan #79

 

El problema de confiar en villanos para que te hagan el trabajo sucio es que puede que te la jueguen en el momento más incómodo. Esto es precisamente le ocurre a nuestro protagonista a partir de El Viejo Logan #79. Tras rescatar a Asmodeus, éste lo envía al pasado, sí, pero no al de los Baldíos, sino a aquel en el que Logan luchaba en el bando de Canadá en la guerra que libraban los recién nacidos Estados Unidos contra Gran Bretaña. A partir de ahí, y gracias al amuleto que Logan consigue de su rescatado y ahora captor, se sucede una serie de saltos temporales en los que vamos a volver a ser testigos de algunos de los momentos clave en la vida del personaje, todo esto ilustrado por un Eric Nguyen que se acerca más al tono principal de la serie.

 

Pero, ¿por qué todo esto ahora? Bueno, aquí sólo podemos hacer conjeturas (más aún con el número de septiembre aún por leer), pero me atrevo a pensar en la cercanía del evento Generations en Marvel y en el retorno de figuras clásicas como el Lobezno atrapado en adamántium que Charles Soule enterró y que ahora se pretende devolver a la vida. Si no se va a matar al Viejo Logan (y, dados los resultados, no creo que la editorial esté muy por la labor), urge dotar al personaje de un carácter propio que se aleje del habitual sentimiento de culpa de su predecesor. Es posible que Lemire pretenda ofrecer a los escritores que ahora vienen un Lobezno más libre y sabio en contraposición del clásico animal domado que todos conocemos y amamos. Ya veremos en qué desemboca el asunto.

Acerca de RJ Prous

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En la soledad de mi beca Séneca en Zaragoza aprendí a amar el cine mierder. Volví a Madrid para deambular por millones de salas y pases de películas para finalmente acabar trabajando con aviones. Amante del cine y de sus butacas, también leo muchos cómics y, a veces, hasta sé de lo que hablo.

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