«Por suerte para mí he traído mi pistola de agua«
He de confesar, con algo de vergüenza, que me he divertido leyendo este segundo número de Guerra de Veneno. El evento de Al Ewing que nos está trayendo mensualmente Panini tiene un poco de todo: se apoya en todo lo que hemos leído hasta la fecha y en el rico fondo de armario del simbionte, ofrece acción loquísima, contiene algún tipo de oscura maquinación villanesca y ofrece altas dosis de sinsentidos. Completísimo, como podéis ver. Y es que Guerra de Veneno #2 continua donde lo dejamos el mes pasado, lo cual quiere decir que comenzamos con Eddie y Dylan Brock, Spiderman y los aliados de cada uno de los dos primeros sobre el ring de un torneo de lucha libre en el que se han colado para un chiste que se ha alargado un poquito más de la cuenta.
De fondo, eso sí, tenemos a Meridius con sus oscuras maquinaciones. Y a Matanza que… me falta contexto para saber ni tan siquiera quién narices es ahora Matanza. Pero lo principal es que, como adultos que son, Peter Parker y Eddie discuten acerca del destino del primer simbionte que se creara en la Casa de las Ideas allá por los años ochenta a puñetazo limpio en una orgía de violencia que no hace sino crecer y crecer sin control. ¿Serán los malvados planes de Meridius los que hagan entrar en razón a este atajo de gilipuertas? ¿Se hartará Veneno y decidirá irse con la tía May? Para eso necesitaremos algo más de tiempo y que a Ewing se le ocurra qué narices quiere hacer con todo lo que ha plantado en este extraño crossover. Lo cual, a día de hoy, no parece que esté aún decidido en casa del autor de la etapa actual del dios del trueno.
«¡Las cadenas molan!«
Porque este cómic (y el anterior también, pero bueno) me plantea preguntas complicadas. Tenía entendido que, tras todo el sufrimiento soportado y todos los viajes espaciotemporales realizados, Eddie había llegado a una especie de estado de claridad en el que era capaz de tomar decisiones meditadas, aunque éstas pasasen por arrear a tal o cual enemigo a base de bien. Sin embargo, con lo que nos encontramos es con un Rey de Negro desatado que vuelve a la Tierra del presente con sus colegas para repartir estopa primero y preguntar después. Muy típico de los cómics marvelitas, todo sea dicho de paso, pero ilógico dada la evolución del personaje a través de toda esta serie. Lo mismo me ocurre con un Dylan que se tira todo este capítulo de espectador, viendo a ver quién escupe más dientes en menos tiempo, para luego interponerse cuando su protagonismo comienza a peligrar.

Guerra de Veneno #2
Detecto en Al Ewing signos preocupantes de agotamiento. De un tiempo a esta parte me leo más y más cómics suyos en los que ha puesto el piloto automático y no parece dirigirse a ninguna parte. Quizás esté llegando el momento de hacer como con Jason Aaron, dejarle un poco a su aire y darle un par de cabeceras alternativas en las que pueda jugar con algo más de libertad con sus personajes. La alternativa es que se termine de quemar y se pase a la Distinguida Competencia, como ya ocurriera con el bueno de Brian Michael Bendis. De momento esta Guerra de Veneno presenta más sombras que luces, aunque habrá que esperar a ver cómo quiere el autor resolver el actual conflicto por la posesión de Veneno antes de desollar por completo a este evento. Por cierto, las aventuras del Caballo Veneno me parecen de lo mejor que se ha escrito en un cómic de simbiontes hasta la fecha. Pena que sólo sea un bromazo
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