Planeta Cómic recupera para su catálogo una de las más importantes aportaciones al cómic de superhéroes de finales del siglo XX. Hablamos de Astro City, de Kurt Busiek, un rayo de esperanza en aquellos locos años 90 empeñados en quemar el legado de las dos grandes editoriales del género: DC y Marvel.
«Así que… ya ha empezado«
En la misma línea que Kingdom Come de Mark Waid y Alex Ross, Busiek planteó su Astro City (que además contaba con portadas del propio Ross) como un homenaje a los modos clásicos del género, así como una demostración de que no eran necesarias una violencia exacerbada o un sádico oscurantismo para atraer al lector y/o narrar buenas historias. Todo lo contrario. Treinta años después, ¿qué historias recordamos de los 90 sin tener que acudir a la wiki de turno? Astro City es el perfecto ejemplo de obra fundamental del género.
Y lo es porque trata con respeto tanto a sus personajes como a su público. Busiek (y Brent E. Anderson como dibujante) plantean una historia en la que cada detalle y cada perspectiva importan. La protagonista es la ciudad, Astro City. ¿Qué significa esto? Pues que desde el principio recorremos sus calles y descubrimos sus rincones a través de los ojos de sus habitantes, sean o no superhéroes.
Este primer tomo puede dividirse en dos bloques más o menos diferenciados, aunque estrechamente conectados. El primero entronca con obras como Marvels, del mismo Busiek, al retratar a los superhéroes a través de la mirada de la gente de a pie. Cada capítulo o par de ellos narra una historia cerrada que cuenta un día en la vida del protagonista de turno, que puede ser la del mayor héroe del mundo o la de un padre que acaba de mudarse junto a su familia. Todo cuanto se respira en Astro City es profundamente humano.
Así, aunque a simple vista puedan parecer relatos intrascendentes, al menos en términos del cómic tipo de superhéroes, marcado siempre por grandes batallas o atenazantes peligros, son relatos que guardan una enorme riqueza, pues nos dan una panorámica de Astro City como nunca hemos visto en Metrópolis o la Nueva York marvelita. Y, como decíamos antes, cada detalle importa. Un personaje, objeto o localización que aparece en un capítulo de soslayo, puede tener una profunda trascendencia cuatro o cinco episodios después. La intención última de Busiek y Anderson es que la ciudad se sienta viva.
El segundo bloque, sin perder la intencionalidad de presentar los hechos desde un punto de vista inesperado, cambia porque no se trata de un conjunto de relatos autónomos, sino que nos adentramos en un esquema más tradicional de gran saga que se desarrolla a lo largo de varias entregas. En ella, al igual que en el primer bloque, las referencias y similitudes con los grandes iconos del género son evidentes. Y no las esconden, en un claro guiño al lector haciéndole ver que comparte y conoce los códigos y lugares comunes, pero remarcando también que los usa en su propio beneficio, creando a partir de ellos una identidad reconocible, pero bien diferenciada.
El viaje por Astro City no hace más que empezar en este primer volumen (de seis) y somos todos bienvenidos.
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