Lo que debía ser la celebración de uno de los trabajos más recordados por los lectores del Carlos Pacheco deceíta junto a sus inseparables Jesús Merino y Kurt Busiek ha acabado siendo un homenaje un tanto deslucido a la figura del tristemente fallecido artista. La tragedia quiso que entre la publicación del tomo por parte de ECC Ediciones y la pérdida de Pacheco apenas pasaran unas semanas, dejando huérfano un libro que leído ahora nos pide un mayor mimo por su recuerdo y el corazón roto de quienes tuvieron la suerte de compartir vida con él.
«Tu sitio está aquí, en La Tierra. Lo sé«
Se hace difícil leer o escribir sobre La caía de Camelot sin que a uno se le encoja el corazón. Leer la que posiblemente fuera una de sus últimas entrevistas. O a Busiek recordar cómo gracias a Carlos tuvo la oportunidad de guionizar esta aventura de Superman y relatar que en el momento de escribir el prólogo de este tomo andaban trabajando juntos en Arrowsmith. O ver la galería de ilustraciones y bocetos de su puño y letra que completan la edición… La emoción y la tristeza confluyen cuando encaramos la lectura y recordamos el aura mágica de un artista único.
La propia historia que nos ocupa se presta a ese tipo de emociones, pues estamos ante un relato que reflexiona acerca de la fe y la esperanza de la humanidad. ¿Estamos condenados a caer como sociedad igual que otras del pasado? ¿Es inevitable? ¿Debemos dejar que suceda sin luchar? son muchas las preguntas al respecto que se le plantean a Superman, a quien se le presenta una visión apocalíptica del futuro y una solución para impedirlo: dejar de luchar.
Entre evocaciones a ese futuro distópico y una trama en el presente que vagamente llega a evocar a otros relatos del hombre de acero como Por el mañana dado su carácter más instrospectivo, Pacheco y Busiek llevaron adelante un relato que deja mucho más poso del que puede aparentar en un primer momento. Construyen a un Superman que siendo un dios entre hombres, sabe que una mínima duda puede convertirlo en un monstruo a ojos de los demás y exponen, así mismo, el conflicto de sentirse un extraño entre nosotros. Son muchos los temas de calado en la figura del kriptoniano los que se tocan en La caída de Camelot, cuyo principal debe radica en anclarse tan claramente en la acontinuidad del momento. Para quien llegue de nuevas, la ausencia de contexto respecto a determinadas situaciones y personajes obstaculiza de cuando en cuando la inmersión en el cómic. Aún así, son cuestiones accesorias, que no entorpecen los objetivos de la obra. Y aunque así fuera, solo por el trabajo de Pacheco y su equipo en el apartado gráfico, bien merece nuestra atención.
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