M3gan, la apuesta con la que el sello Blumhouse arranca el nuevo, año es una entretenida comedia de terror sobre las maldades de la IA que no termina de explotar todo su potencial, quedándose en la tierra de nadie de las películas disfrutonas, pero olvidables.
La propuesta dirigida por Gerard Johnstone puede concretarse en un «¿Cómo sería Muñeco Diabólico si fuera un capítulo de Black Mirror?», aunque enfatizando mucho más los elementos identitarios se la serie británica que los modos del filme de Tom Holland y sus dos primeras secuelas. Así, M3gan está más en sintonía con un thriller de ciencia ficción que con una historia de terror. La película usa los elementos del género para generar tensión y un ambiente incómodo, pero tener un PG-12 (en España recomendada para mayores de 13 años) penaliza la puesta en escena de según qué secuencias, que han de resolverse fuera de plano. Y aquí se echa en falta una mayor pericia por parte de Johnstone para transmitir el terror y crueldad de dichas secuencias sin el apoyo de las imágenes. El resultado es un terror algo descafeinado.
El componente sci-fi también tiene sus peros en cuanto a que se pone el foco en los peligros de que la tecnología pueda descontrolarse, pero si uno está atento al visionado se da cuenta con relativa facilidad que todo lo que sucede es consecuencia de las negligencias de Gemma, su protagonista. En un momento dado, incluso, M3gan se lo hace ver. Es decir, la película es consciente de que está errando en el foco de su discurso, pero tira hacia delante sin miramientos. Hay, en ese sentido, cierto regodeo en el cliché, de lo que se aprovecha también su sentido del humor. Sobre todo durante la primera parte, cuando sospechamos que M3gan es peligrosa, pero aún no ha desatado su furia psicópata. Es cuando la cinta apuesta por la comedia deslenguada y macabra, tirando de sarcasmo y crítica (a la industria juguetera o a la educación alternativa) cuando nos regala sus mejores momentos.
M3gan transita entre géneros quedándose casi siempre en la superficie; no aprovecha sus muchas posibilidades y su discurso es maniqueo. Pero hay que reconocerle que cumple como producto lúdico y es sumamente entretenida.
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