«No hay lugar que me proteja de la tormenta de mi mente«
Donny Cates parece haber decidido que su etapa al frente de Hulk verse sobre el desequilibrio mental. Del Bruce Banner que todos conocemos, del Banner del universo que ha ido a conocer, del Trueno Ross que lo tortura, del Peter Parker que lo trata de asesinar… Nadie en los dos números que nos ocupan hoy parece ser capaz de controlar del todo bien sus emociones y todo el resto de los personajes sufre por ello de una u otra manera. Concretamente, y de una forma bastante curiosa, los personajes que acabamos de conocer en esta nueva realidad viven bajo el yugo del miedo: el Banner alternativo no ha sido capaz de enfrentarse a sus miedos y vive acurrucado en un rincón mientras el resto del mundo se aprovecha de su intelecto, Ross vive controlado por la ira que le produce un miedo incontrolable por ser derrotado y eso le lleva a participar en una escalada infinita de armamento y supresión de ‘amenazas’ y el Spider-Man irradiado teme al monstruo en que se ha convertido y elige dejarse manipular o, directamente, no pelear.
¿Y nuestro protagonista? Encerrarse en su propia mente y convertir su ira (y el monstruo que de ella emana) en una especie de nave que lo lleve bien lejos de aquellos que se preocupan por él no parece hablar acerca de una persona libre y exenta de miedos. Nuestro protagonista huye de cosas que han ocurrido en su pasado más reciente y, todavía peor, cosas que están en su propia mente. ¿Tenía una idea clara de hacia dónde dirigirse cuando inició este viaje? ¿O simplemente decidió poner espacio (y dimensiones) entre él y el resto de sus posibles víctimas? El problema es que uno no puede huir de lo que está bien dentro de sí mismo, y en Hulk #5 (#120) nos encontramos con que parte de esto termina por volver a emerger: si será lo mismo o no que lo que ocasionó su huida de nuestra realidad mucho me temo que lo descubriremos dentro de un par de meses (cuando haya acabado Aplastanauta).
«No puedes echarle la culpa de todo a la bomba, hijo«
Mientras tanto, lo que parece emerger de entre las sombras de la mente de Banner no parece muy halagüeño. Si Al Ewing hizo girar parte de su arco final en torno am la figura de Brian Banner, Cates no parece haberse ido muy lejos. Entre todo el ruido que hace un Hulk cada vez más enfadado y poderoso (y que nos ofrece la excusa perfecta para verlo luchando contra la galería completa de héroes y villanos de la Casa de las Ideas) el guionista nos cuela un argumento que parece casi especular al que utilizara su predecesor. Y esto nos vuelve a mostrar los fantasmas de una etapa que, de manera irremediable va a ser siempre comparada con la del Inmortal Hulk. ¿Es la amenaza que aparece en las últimas páginas de este cómic lo que de verdad parece ser? ¿O es tan solo una finta del guionista para salirnos con otra locura? La verdad, espero que sea lo segundo, porque pocos traumas nos quedan ya por explorar dentro de la cabeza del científico obsesionado con los gamma.
La manera en la que se resuelva esta primera saga dentro de los cómics de Panini determinará la viabilidad del proyecto de Cates. O bien es un mastodonte, más fuerte y más duro que cualquier cosa que hayamos leído. O se convierte en una pobre imagen deformada de la etapa anterior que nos hizo creer que era algo más a base de golpes y frases profundas, pero que no supo ir más allá de los clásicos traumas del protagonista de esta cabecera.
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