«Me aferraré a esta roca mientras se hunde«
Ayer os hablaba de cómo los sucesos de la Masacre Mutante han roto a la siempre alegre Kitty, convirtiéndola en una despiadada asesina y espía al servicio de un sueño que a todas luces parece muerto. Hoy comenzamos la lectura con Inmortal Patrulla-X y con un solo rostro ante nuestros ojos: el de un Charles Xavier en estado de shock que, abandonado y a solas en lo que queda de Krakoa, decide convertir la isla en un mausoleo, en un monumento al sueño de paz y prosperidad para los mutantes que estuvo a punto de lograr y que primero comenzó a deshacerse ante sus ojos por las tensiones y las luchas de poder dentro del Consejo Silencioso y, después, se vino completamente abajo con la cruel y terrible broma en que se convirtió la Gala Fuego Infernal de este año pasado.
Pero contemplar a Xavier sufriendo durante todas las páginas de esta grapa que nos trae Panini iba a ser un poco aburrido, así que Kieron Gillen ameniza la velada con un vistazo a los tejemanejes de Sebastian Shaw y al premio (y el precio) que éstos suponen para este hombre sediento de poder. El Shaw que hemos visto en Krakoa ha pasado de ser alguien que se creyó demasiado listo a… alguien que se ha creído demasiado listo. Me sorprende que en una etapa tan potente como la de la Era de Krakoa, un personaje con tanta presencia como éste haya tenido un desarrollo tan nulo. En el mejor de los casos, Shaw se ha comportado como un crío que va de pataleta en pataleta sin ver los evidentes beneficios de jugar por una vez en un bando que no fuera el suyo propio. En el peor… este mutante ha sido tachado simplemente de débil y demente.
«Y cuanto nos ha costado ha sido otro pedazo de nuestra historia…«
Para cerrar Inmortal Patrulla-X, Gillen nos deja con un par de páginas que nos devuelven en cierta medida la respiración y que contribuyen a imaginar un futuro menos desolador para los mutantes. Lo que, sin embargo, sí que es desolador con todas sus letras es el panorama en Arakko. Para los habitantes del otrora llamado Marte la Caída de X comenzó realmente con la guerra de los mutantes contra los Eternos y la matanza que perpetró Urano entre los arakkii. Desde entonces nadie ha logrado que las cosas vuelvan a la normalidad y este momento de flaqueza lo ha explotado Génesis para volver a sumir a los suyos en una guerra eterna que, según su filosofía, los endurezca y haga ser mejores.
La gracia, como bien se encarga Al Ewing de hacernos saber, es que Génesis ha sido empujada a regresar por Orchis, pero si la organización antimutante se pensaba que podía controlar a una mujer del poder y la inteligencia de esta guerrera lo llevan claro. También aquí, y muy pronto en esta etapa, se les comienzan a ver las costuras a los planes de control y dominación de esta organización que representa en el mundo de los cómics a los extremismos y los fascismos mal disimulados que pululan hoy en día por las calles de las grandes ciudades de un mundo sumido en un ciclo de interminables crisis. Quizás el mensaje sea el mismo que muchos estamos comenzando a ver en el mundo real: que toda esta gentuza es capaz de jugar con avisperos durante un tiempo razonable sin que se les noten los picotazos, pero que para cuando han logrado embelesar a la gente suficiente como para gozar de una pizca de poder, comienzan a caer víctimas de la sobredosis de veneno.
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