«¿Quienes sois? ¿Dónde infiernos estoy?«
Siempre he sido muy fan de los cómics de Astérix. Hace cosa de doce años se publicó ¡El cielo se nos cae encima! Llegaba cuatro años después de Astérix y Latraviata y cayó como una bomba sobre los aficionados. Atrás quedaban los romanos y sus locuras como excusa para criticar cosas del presente a través de personajes distorsionados del pasado. El volumen enfrentaba a los galos con dos razas alienígenas, los dyswaltianos y los namgas, en lo que se notaba como una pataleta absurda de Albert Uderzo ante el auge de los cómics americanos y japoneses frente al hasta principios de este siglo todopoderoso cómic francobelga en Europa. Lo cierto es que no sé cómo le fue al álbum en ventas, pero lo cierto es que no ha vuelto a haber historias nuevas de los irreductibles galos hasta que en 2013 Jean-Yves Ferry y Didier Conrad publicaron Astérix y los Pictos.
A lo que iba. Frente al belicismo de Uderzo, tanto los norteamericanos como los nipones llevan años tratando de buscar la fórmula para copiar las maneras de su más enconado rival para tratar de meter la cabeza en dos mercados que parecen auto-excluyentes hasta el momento. Ya hemos visto como hace poco en Japón han comenzado a triunfar historias como One Punch Man o My Hero Academia, dos mangas claramente influenciados por el cómic de superhéroes, pero no han sido ni mucho menos las primeras intentonas por acercarse a esta manera de contar historias. Por su parte, Marvel y DC llevan años tratando de medrar en el universo manga, ya sea adoptando estilos pictóricos o directamente pactando con productoras niponas animes basados en su extensa galería de personajes (ahí quedan series como la del Iron Man en Japón o la próxima de Batman Ninja…) Sin embargo unos y otros intentos se han dado de bruces con el fracaso de tratar de imponer una mecánicas de un género a otro muy distinto. My Hero Academia rápidamente ha derivado en un shonen al uso y los animes de superhéroes daban un poquito de vergüenza ajena.
«¿Y dónde está la diversión en eso?«
Lo que tenemos entre manos es uno de los pocos experimentos serios a la hora de mezclar estos dos mundos tan distintos. Tsutomu Nihei, autor de la reconocida Blame!, se lanza a la escritura de una miniserie de cinco números sobre Lobezno en la que goza de una total libertad creativa. El resultado es un cómic a caballo entre el manga y el cómic norteamericano, y protagonizado por uno de los personajes que más se prestaban a este experimento, pero con pocas posibilidades de sobrevivir más allá de la rareza puntual. Lobezno: ¡Snikt! nos sumerge en el universo expresivo de su autor para contarnos una historia que se disfruta más al recorrerla con los ojos que al leerla y en la que están presentes tanto los modos de su protagonista como los procesos y las mecánicas del cómic oriental.
Más allá de lo mal o bien que funcione, Lobezno: ¡Snikt! muestra el camino del éxito a la hora de hacer comulgar a dos industrias comiqueras tan distintas. Son, como no podía ser de otra forma, los autores de cada casa los que perfilan el estilo que impera a uno y otro lado del charco. Experimentos como éste nos permiten ver lo mejor (o lo peor) de ambas escuelas y pueden ser terriblemente divertidos. Por lo menos bastante más que el encerrarnos en nuestro cuarto a quejarnos de lo injusto que es el mundo. ¿Llegará el día en el que una industria fagocitará a la otra? Dios no lo quiera, soy de la opinión de que la variedad genera mejores y más interesantes ideas, pero siempre es enriquecedor echar un ojo a estos intentos, que en el fondo nos ayudana comprender cómo se ve desde cada casa a los personajes que estamos acostumbrados a leer siempre de la misma forma.
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