Panini Cómics recopila, dentro de su línea Marvel Deluxe, el juguete que Marvel Comics regaló a Al Ewing y Javier Rodríguez en forma de dos miniseries (y un extracto de los especiales Marvel Comics #1000 y #1001) dedicadas a los Defensores y su odisea hasta los confines del multiverso y la realidad misma.
«Los Defensores no somos un equipo, ¡sino un conjuro viviente!«
La edición de Panini presenta algunos errores y aciertos que conviene tener en cuenta. De una parte tenemos la inclusión del material de Marvel Comics #1000-1001, que si bien se publicó antes que la primera miniserie de los Defensores, la recopilación actual propone su lectura después de la miniserie y no antes. La decisión es entendible si atendemos al objetivo de crear un impasse entre las dos miniseries, pero como lectura complementaria a la primera miniserie su función es discutible. ¿Por qué? Porque el momento donde acaban los extractos es el punto que toma Los Defensores para arrancar su aventura. El orden propuesto por Panini, buscando mantener cierto misterio respecto a la Máscara de la Eternidad (concepto que sirve de mcguffin para la miniserie y que fue creado en Marvel Comics #1000), nos «obliga» a releer Los Defensores #1 una vez completados los extractos para comprender cómo conectan ambas historias.
Esto nos lleva a cuál debe de ser la función de los prefacios. Nosotros lo tenemos claro y siempre lo hemos defendido así: deben servir para contextualizar y explicar temas o conceptos abordados por la obra en cuestión. Básicamente, sin salirnos de Panini, lo que hace Julián Clemente en sus Spot On en las grapas marvelitas. En un libro como este, en el que no solo se cambia el orden de las historias, sino que se presentan conceptos nuevos y se bucea a lo largo y ancho de la historia -cósmica- marvelita y se referencian no pocas aventuras precedentes y coetáneas, se hace esencial un artículo de dichas características. Lamentablemente aquí no contamos con él. En su lugar tenemos un artículo orientado a alabar a los autores y a plasmar generalidades como las que escribimos cuando tenemos que llegar a un mínimo de palabras, pero nos hemos quedado sin ideas que desarrollar.
¿Queréis sacarle el jugo a estos Defensores? Pues apuntad desde las Secret Wars originales a la Estela Plateada de Dan Slott, la Guerra del Infinito de Gerry Duggan o los Ultimates, El inmortal Hulk o Vengadores: Sin camino de vuelta del propio Al Ewing. Los Defensores: La colección completa no es una lectura recomendable para lectores neófitos. Sí, Ewing se esmera en simplificar ideas y conceptos, pero es un guionista muy concienzudo a la hora de hilar y conectar unos relatos con otros, más cuando puede aprovechar el lore creado por el mismo en obras anteriores. Y este es un caso paradigmático. Quien llegue de nuevas, por ejemplo, arqueará la ceja cuando vea a Betty Ross convertida en una arpía o cuando vea a Loki divagar sobre su yo del séptimo y octavo cosmos, que son el mismo pero no.
La historia es disfrutable, pero para exprimirla en sus matices requiere de bastantes nociones previas. Sobre todo en la segunda miniserie, que adopta incluso un carácter metaficticio muy acentuado en su tramo final. Mientras que los Defensores clásicos siempre actuaron en torno a amenazas mágicas y otras tantas que a los Vengadores de turno podrían resultarles ajenas y los experimentos más recientes buscaron otros enfoques (como las inéditas Valientes Defensoras de Valquiria y su inclinación mitológica o Los Defensores urbanos de Brian Michael Bendis a rebufo de la serie de Netflix), Ewing ha contado con un juguete (que ha compartido gustosamente con Rodríguez) en el que explorar y divagar sobre muchas de las ideas que él mismo ha ido plantando a lo largo de su trayectoria en Marvel. Es más, hasta cierto punto -los personajes llegan a verbalizar algo parecido- la segunda miniserie podría entenderse como una continuación de los Ultimates de Ewing.
Así, Los Defensores ganan muchos enteros cuando se conoce el tapiz sobre el que se mueven, que no es precisamente pequeño, o sobre cuáles son las ideas recurrentes de Ewing cuando trabaja en el contexto cósmico, que aquí linda con la misma concepción de la realidad y la narración (no en vano, en la segunda miniserie Loki aparece como dios(a) de las historias). Si no es el caso, la aventura propuesta es entretenida como pocas (¿qué aventura de Ewing no lo es?), pero la complejidad y abstracción creciente puede llevar a una desconexión con la obra, sobre todo a partir de que Maravilla Azul sucede a Doctor Extraño como eje del no-grupo de Marvel.
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