«Este camino tan estrecho parece una pista de esgrima«

Ya hace casi tres años que, por probar algo distinto a las capas marvelitas o a los mangas algo más conocidos, me lancé a por un cómic que, a primera vista, parecía poco más que una excusa para dibujar cuerpos desnudos en un entorno medio gore. Para gustos los colores y para fetiches las personas. Sin embargo, Murciélago siempre ha sido algo más, Kana Yoshimura (o Yoshimurakana, o como queráis) ha sabido ‘vestir’ su excusa con tramas verdaderamente interesantes, personajes MUY carismáticos y, sobre todo, un humor de todos los colores muy divertido y contagioso. Tanto es así que sé de al menos tres personas de mi entorno que han terminado enganchándose a las locas aventuras de Kuroko, sus protegidas, la policía y los asesinos en serie que pueblan Japón.

Al principio nos encontrábamos con tomos autoconclusivos que guardaban a un loco perturbado en su interior al que nuestra protagonista debía dar matarile. Entre todos ellos Yoshimura fue escondiendo pequeñas piezas de una conspiración que varios tomos más tarde cristalizaría en la primera saga de varios volúmenes de esta colección. Desde entonces Murciélago ha ido alternando entre aventuras ‘clásicas’ como las de sus inicios, nuevas sagas y tomos como el que tenemos entre las manos, que juegan a profundizar sobre el creciente reparto de personajes y las relaciones que se han ido estableciendo entre ellos a la vez que nos dejan ver a una nueva amenaza a la que puede que se enfrente Kuroko o cualquiera de sus competentes protegidas. El guionista se lo toma con tal calma que la historia abarcará también parte del tomo que verá la luz en marzo, pero todo redunda en una entrega que se disfruta con algo más de calma que las anteriores.

«Lo sabía. Me estabas esperando tú solo«

Sobre todo me sorprende la manera gradual y natural con la que se han ido acercando y enredando los personajes de Kuroko y Chiyo. ¿Está sentando cabeza nuestra asesina favorita? Algo me dice que no y que pronto la veremos de nuevo desbocada a costa de nuestras miradas furtivas alrededor por esos momentos en los que el autor nos recuerda que este es un manga para mayores que disfruta rozando cada dos por tres el hentai explícito (con las escenas gore no se corta ni un pelo). Pero aún así resulta muy divertida la relación entre estas dos y me parto con la escena en la que Kuroko se lamenta porque su novia esté celebrando el regreso de uno de los sicarios de su padre (que no se nos olvide que la dulce Chiyo es de la yakuza) en lugar de haber ido a ‘jugar’ con ella en el entreacto entre dos casos de los que lleva para la policía.

Murciélago #17

Justo este tema de ‘jugar’ nos deja un capítulo extra descacharrante (y prohibido para menores) al final. Pero el resto del manga gira en torno a lo que el regreso de este sicario (Senpachi Kurogane) supone para uno de los sicarios de un clan rival, que se ha obsesionado con él hasta un punto muy cercano a lo que podría ser la relación entre Batman y el Joker. Esto me flipa, porque enfrascados como estábamos con el yuri constante de esta serie (todas las relaciones que nos presentan son entre mujeres), nos encontramos en este capítulo con la atracción homosexual entre dos hombres. Vale, esto hay que cogerlo con pinzas, porque la atracción va en una sola dirección y es bastantes grados más que tóxica, pero dado que Senpachi gusta de vestir tacones (que también utiliza para luchar), el mensaje que nos deja Yoshimura acerca de lo que le importa lo ‘estándar’, lo ‘normal’ y lo ‘aparente’ dentro de la rígida sociedad japonesa no deja de ser interesante.