«Es posible que el criminal sea el padre de alguna de las niñas asesinadas«

Tenía que pasar. Tras casi una veintena de buenos números de Murciélago, me encuentro hoy con uno que… No es que sea malo, pero sí que es predecible e incluso se podría decir que repetitivo. Murciélago #19 no innova, sino que se limita a coger el argumento de un tomo anterior y lo expande hacia nuevos personajes y puntos de vista. Esto, por sí solo, estaría bien y nos permitiría conocer la otra cara de la moneda en alguno de los más truculentos casos que ha llevado Kuroko desde que seguimos sus andanzas a través de los mangas que publica Panini. Sin embargo, lo que nos encontramos es una investigación un tanto anodina que termina, como no se podía esperar de otra forma, con un nuevo asesino hecho puré y con, y ahí es donde me duele, bastante poco desarrollo para los personajes de la colección.

Se siente este Murciélago #19 como si fuera un capítulo de relleno en una serie más larga, como si fuera aquel en el que Goku aprendía a conducir, Naruto se dedicaba a rescatar gatos o conocíamos a los Sombrero de Paja del shogunato. Hasta el asesino de turno parece un poco menos asesino. Vaya si será anodina la cosa que Kuroko se dedica todo el tomo a ‘consolar’ a madres solteras mientras que toda la investigación policial cae, por una vez, en manos de la policía (y de las amigas de la protagonista, claro, que Rinko necesita su momento al final de este volumen para poder seguir sanando las heridas). Me recuerda la sensación a lo que me ocurriera ya hace eones cuando comencé a ver todos los capítulos de Detective Conan de la misma manera… y tuve que abandonar.

«¿Fuiste tú quien mató a mi padre…?«

No creo que éste sea el caso. De hecho, al final de este volumen se nos abre el apetito con una nueva saga en la que los caminos de Kuroko y cierta francotiradora vuelven a cruzarse (recordemos que aún sigue por ahí pendiente que Panini se anime a traer Murciélago – Araña, el spin-off protagonizado por este personaje). Y es de esperar que la historia que suponga esta reunión de personajes esté a la altura del vigésimo tomo de la colección. Más bien me parece que Kana Yoshimura está preparando algo que le hace verdadera ilusión y, mientras tanto, está escribiendo la serie en modo automático. Que tampoco es que sea la mejor manera de ponerse a trabajar.

Qué lástima que no nos estén llegando las páginas a color de la colección

En fin, un tomo que pasa sin pena ni gloria por nuestras manos, que sirve para aliviar un poco la turbulenta mente de alguno de sus personajes y que se queda así, con un cinco sobre diez porque no es una patata, pero tampoco soy capaz de extraerle nada que me haga enarcar una ceja. Ya ha habido otros tomos de transición antes en esta serie, pero lo cierto es que en ellos siempre aprovechó el autor para tirar de gastronomía, aventuras sin consecuencias y humor, mucho humor, que es lo que más he echado en falta en este número.