«Las elecciones que hacemos, los riesgos que corremos, nos definen«
Momento para una breve pausa en la serie mutante que escribe Marc Guggenheim con motivo de la inclusión en la cabecera de la Patrulla-X Oro del one-shot norteamericano centrado en la boda entre Kitty Pryde y Coloso y que, sin embargo, trata más sobre los preliminares a dicho evento que al enlace en sí. Marvel ha decidido contraprogramar la boda del año en DC (Batman y Catwoman, Selina Kyle y Bruce Wayne) con una de importancia similar dentro de su propio universo y así, a los novios de toda la vida les ha tocado dar el paso y abrir la veda de los bodorrios superheroicos.
Una vez en faena, Hasta que la Muerte nos Separe (como se titula el crossover, justo como un manga que la competencia de Panini acaba de estrenar y del que hablaremos en unos días) sigue las pautas que ya hemos visto que se están siguiendo en la Distinguida Competencia: tras la pedida (que en este caso se aleja un tanto del bat-tradicionalismo) ha tocado una serie de aventuras que pongan sobre la mesa las reacciones de sus allegados y una suerte de despedida de la soltería y, justo antes del enlace, una nueva aventura por aquello de que son héroes y el superheroísmo no se toma vacaciones ni cuando preparar una boda es la prioridad.
«No digas un club de striptease«
Toca en este número centrarse en la despedida (aunque ya quedan puestos los raíles para la aventura posterior) y no ha podido ser más rancia Marvel en este sentido. Los dos capítulos dedicados a la fiesta previa nos muestran, por un lado, a Kitty tras la barra de un bar acordándose de todos los hombres de su vida (menos de Peter Quill, con quien ya iba a haberse casado, pero que deja de ser trascendente con Bendis fuera y los Guardianes cancelados gracias a la gilipollez imperante en Twitter y, más concretamente, en los cuatro inútiles de Disney que hicieron caso de los anormales que pululan por esta red). Allí Pryde recibirá la bendición de todos ellos para seguir adelante con su vida y casarse con el mutante ruso (me pregunto qué habría pasado si alguno de esos fantasmas de las Navidades pasadas se hubiera opuesto).
Tras esta breve historia (en el fondo bastante emotiva al centrarse en toda la vida de Gatasombra y estar escrita por nada menos que Chris Claremont) les llega el turno a los chicos y ahí ya sí que toca de tirar de clichés a saco. Al ser una despedida y ser en Estados Unidos no falta su visita a Las Vegas y a sus casinos (y no hay prostitutas de chiripa, casi se parece a alguna experiencia que he vivido con la rama más casposa de mis conocidos) con su consiguiente reyerta (aderezada con demonios y copas). El momento cumbre, para mí, es ese en el que el Hombre de Hielo (recordemos que abiertamente homosexual por obra y gracia de Bendis) defiende las celebraciones por separado del novio y la novia porque la suya es ‘una celebración de tu independencia y tu hombría‘. Todo muy del siglo XX. Todo muy Legacy.
Aún quedan unos cuantos meses hasta que Kitty y Peter contraigan nupcias. Ya veremos si por el camino Guggenheim es capaz de librarse de alguno de los prejuicios que han lastrado los primeros compases de este evento.
Deja un comentario: