El octavo volumen de Reinado de X viene a recordarnos que el destino es inevitable y que por más que hagamos por evitarlo o aplazarlo, este siempre nos alcanza. Entramos en una fase delicada del skyline krakoano, con Jonathan Hickman apuntando ya hacia su personal Inferno y encaminándose hacia su despedida. Mientras, personajes como Cable o Carmen (una de las protagonistas de Hijos del Átomo) se enfrentan a momentos que cambiarán sus vidas.
«Si se niegan… arrasa ese lugar hasta los cimientos«
Cinco son las cabeceras que se juntan en este tomo: Cable, Hijos del Átomo, Excalibur, Patrulla-X e Infernales (que aporta dos capítulos); y hay un poco de todo: desde cierre de tramas a presentación de nuevos (viejos) conocidos o arranque de futuros conflictos.
Excalibur, por ejemplo, sigue a lo suyo rematando, por fin, las consecuencias respecto a X de Espadas, al menos en lo concerniente a la Capitana Britania. Betsy ha recuperado su cuerpo y ya sabe quién lo usurpó. Sobre ese quién es sobre lo que versa un capítulo que arroja luz sobre el pasado de este personaje y le abre las puertas de Krakoa. No olvidemos que la isla-nación mutante nació como refugio para toda la especie y los pecados del pasado no serían tenidos en cuenta. Son muchas las posibilidades… pero sabemos como acaban estas cosas y cualquier camino que no sea ver a dicho personaje volviendo a cometer maldades sería como intentar escapar del destino. Una pena, pero ya conocemos las reglas: todo cambia para que nada cambie.
Y si no, que se lo digan a Cable, que trae de vuelta el letmotiv de Patrulla-X: Exterminio para aplicárselo a sí mismo. Pero, como hemos dicho, no se puede luchar con el destino. Phil Noto y Gerry Duggan ya abrieron la puerta a este debate en el anterior tomo de Reinado de X y en estas páginas no hacen sino subrayar sus intenciones.
Vita Ayala, por su parte, sube enteros con la tercera entrega de Hijos del Átomo. Ya conocemos el secreto de sus jóvenes protagonistas, pero ellos no conocen los secretos que se guardan unos a otros. Una vez superada la muti-dependencia, la serie parece encontrar su voz. Y lo hace como serie satélite que aborda cómo ven los humanos corrientes a los krakoanos. Los hay fans, como nuestros protagonistas, y los hay que se apuntarían sin dudarlo a cualquier manifa contra ellos. ¿Seguirá la serie por este camino? Ojalá.
Otra serie que tiene marcado su terreno -esta desde el principio- es Infernales, que ilustra como pocas que quien es malo hasta la médula, siempre lo será. Zeb Wells recupera a un antiguo villano muy de la onda de Mr. Siniestro, igual de desquiciado y maquiavélico. Este par de episodios (cuya trama continuará en el siguiente tomo que recopile la serie) son divertidos y crueles como pocos… como todo lo que toca el disparatado Siniestro de la era krakoana.
Y para el final dejamos a Jonathan Hickman y su Patrulla-X, que recupera una de las tramas de Dinastía/Potencias de X y desempolva los Diarios de Destino, de los que no habíamos vuelto a saber nada desde Complejo de Mesías. Y ya sabemos cuáles fueron las consecuencias. Se avecina un incendio en el refugio mutante y nadie está preparado para lo que está por venir.
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