«Si no te gusta como hago las compras… Hazlas tú«
Me ha costado cinco números, pero por fin lo logro. Por fin consigo entender cómo los Salvajes Vengadores de Gerry Duggan planean aguantar en las librerías de medio mundo durante más de seis meses. Y, ¡oye!, no es mala la idea. Aunque lleva aparejadas una serie de trampas que el guionista de la futura Merodeadores deberá comenzar a sortear a partir del próximo mes, cuando las aguas de la batalla contra Jhoatun Lau (el gigantesco dios de la Médula) comiencen a calmarse.
Por el momento, en Salvajes Vengadores #5 nuestros héroes hacen bueno el dicho de ‘cuanto más grandes, más dolorosa será su caída‘ en una pelea que se las prometía muy fiera y que ha acabado siendo un juego de espejos para que Kulan Gath, el enemigo de Conan, pueda seguir desarrollando sus propios planes, a costa de cuantas vidas y tantas almas como hagan falta. Y he de decir que, aunque me esperaba un número de pura batalla (en la línea con los anteriores), no me desagrada lo que Duggan propone, que no es sino la confirmación de que esta serie no es más que el vehículo con el que Conan y su universo comienzan a buscar asiento en el universo de la Casa de las Ideas.
«Creo que tú y yo seríamos… compatibles«
Lo complicado, como decía al principio de este artículo, viene ahora. El guionista, junto a Mike Deodato Jr., ha demostrado que los Salvajes Vengadores funcionan como una máquina perfectamente engrasada cuando hay que masacrar a los enemigos y acuchillar a todo lo que se mueva, pero ahora toca demostrar que este grupo también funciona cuando el músculo deja paso al cerebro y aquí, aunque en series individuales sí que hayamos visto a unos o a otros funcionando, como grupo aún nos tienen mucho que demostrar estos personajes. No es lo mismo lanzar a Lobezno, Conan y Veneno a la batalla contra un alienígena gigante que ponerlos frente a un misterio que deben investigar.
Quizás por eso el cómic de hoy termina como lo hace. Por eso Duggan se reserva la carta trucada de tratar a los personajes en pequeños grupos, porque sabe que sólo ha de juntarlos para las grandes fiestas, pero que para el tedioso trabajo de oficina más le vale mantenerlos a cada uno en el terreno que mejor se le da. A Vudú le corresponde seguir los senderos mágicos mientras que a Punisher y al cimmerio les toca hacer lo propio con los de la montaña. Los otros tres personajes, mucho más urbanitas, pueden volver a Nueva York (y a sus propias colecciones) mientras Duggan prepara el siguiente acto de una historia que, por lo demás sigo apostando como una de mecha corta, pero que ahora auguro que llegará hasta las doce entregas.
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