«Esto es la guerra coronel. Siempre hay fuego amigo«
Hasta a Hulk le ha tocado pagar el peaje de pasar por el crossover de Matanza Absoluta. Huele a movimiento a la desesperada a leguas de distancia. Porque los crossovers ya no dan el dinero que daban y porque hay una ley no escrita en el mundo de los cómics que nos permite dilucidar cuándo un cruce entre series vuela por sí mismo y cuándo, por el contrario, se apoya en las muletas del resto de series de la misma editorial: Cuando un evento tiene entidad propia, nacen a su amparo miniseries que, con suerte, pueden dar lugar a colecciones independientes tras los acontecimientos narrados, aparte de los múltiples tie-ins con series más o menos importantes de la casa (con especial importancia para aquellas que no estén funcionando demasiado bien, que tratarán de subirse al carro de la popularidad del crossover). Si, por el contrario, el evento no tiene la entidad suficiente (o, como está ocurriendo actualmente, los lectores están hasta el gorro de grandes eventos editoriales) la colección ha de apoyarse en los pesos pesados de moda. Es el caso de la historia de Donny Cates que, mejor o peor por su cuenta, ha necesitado aparecer en colecciones como Los Vengadores (aunque sea de una manera muy tangencial) o la que nos ocupa hoy para tratar de arrastrar a los lectores de ambas publicaciones.
Lo que ocurre es que esto puede salirte bien (en mi caso sería la primera vez que veo esto) o puedes lograr que el lector enarque una ceja, suelte un sonoro bostezo y se plantee seriamente si ha de seguir con cualquiera de las dos colecciones. Es lo que ocurre con el número de este mes de El Inmortal Hulk, que contiene un capítulo dedicado en exclusiva a la última aventura de la Casa de las Ideas. En forma de one-shot (en Estados Unidos) se ha forzado a que la serie de Al Ewing se cruce con la de Cates para que ésta se beneficie del tremendo tirón de ventas que tiene todo lo que huela a radiación gamma en la actualidad. Lo que nos queda es un capítulo que termina en puntos suspensivos (a la espera de ser continuado en Matanza Absoluta) y que nada aporta a la colección del coloso esmeralda.
«Quizá no le importaba lo que había encontrado…«
El propio Ewing es consciente de todo esto y, aunque puede que sólo sea una apreciación mía, lo plasma en la actitud de la mutada Betty Ross en su escueta participación en esta pantomima. La actual Arpía llega al destino al que Bruce Banner le pide ir, deja a su paquete y se vuelve a California. Porque puede que su padre adquiera importancia más adelante en la colección que nos ocupa hoy, pero no es ahora su momento y no veremos en un one-shot la más mínima reacción de la hija del general. No si esto puede entrañar el más mínimo riesgo de que los seguidores del Inmortal Hulk se pierdan un momento así de importante. Entonces, ¿hay una mínima razón para leer este capítulo?
Pues bueno. Por un lado, Ewing trata de profundizar en el ‘sistema’ que han establecido Banner y los diferentes Hulks para funcionar y por el otro Panini, que no tiene ni un pelo de tonta como distribuidora de Marvel en España, nos coloca esta historia como segundo capítulo dentro de la entrega mensual de la serie. Y como primer capítulo nos planta uno que cierra la saga que venía desarrollando hasta ahora (así lo de Matanza Absoluta queda casi como un paréntesis) y que se abre a una nueva historia que explora una nueva dimensión del terror que nos viene vendiendo su guionista desde hace más de un año. Así pues, comulgamos con un capítulo que apenas aporta nada (y en el que Joe Bennett deja paso a Filipe Andrade) por el gusto que nos da el otro y la promesa de que la serie seguirá a partir del mes que viene, partiendo la pana con una historia que no deja de asombrar… e incomodar a sus lectores.
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