«¡Phil, muchacho, acabas de darme una idea excelente!«
Una gran serie no sólo ha de saber funcionar cuando está en la parte ascendente de la trama. También lo ha de hacer cuando, una vez construido lo más impactante, rompedor y bestial de su argumento, se prepara para enfilar hacia su conclusión. Es una cosa, curiosamente, que siempre le reprocharon a Brian Michael Bendis mientras estuvo en Marvel (el no saber cerrar sus historias), pero no parece ser una cosa que le cueste demasiado a Dan Slott. Spiderman Superior: El Mal Necesario comienza con una trama en apariencia irrelevante para ir creciendo y convertirse en la primera gran grieta en la fortaleza que ha construido Otto Octavius en torno a su interpretación de cómo debería ser Spiderman.
El cómic plantea, desde su portada, una excusa para que el guionista traiga de vuelta a Spiderman 2099, un personaje al que todos echamos de menos en Spiderman: Un Nuevo Universo y que bien podría verse incluido en su secuela si, como todos los rumores apuntan, abandonamos las dimensiones alternativas para centrarnos en los viajes temporales. Sea como fuere, Slott se trae a Miguel O’Hara del futuro para que asista en primera fila al principio del fin de los planes de su análogo en el presente (en el presente de 2013 quiero decir) poseído por la mente de uno de sus mayores enemigos. Y este ‘fin’ se produce a través de un evento que es cataclísmico, sí, pero que vuelve a suponer una oportunidad para que el Spiderman Superior marque distancias con su predecesor y alcance nuevas y más ambiciosas cotas.
«¿Por qué iba a tener que robar una idea un hombre con este intelecto?«
Me recuerda muchísmo esta etapa a la novela El Talento de Mr. Ripley (Patricia Highsmith, 1955), que se viera trasladada a la gran pantalla en 1999 por Anthony Minghella con gente como Matt Damon, Gwyneth Paltrow, Jude Law, Cate Blanchett y Philip Seymour Hoffman en el reparto. La historia, para quienes no conozcáis la obra, nos habla de Tom Ripley, un ‘superviviente’ que vive en Nueva York (curiosa coincidencia) y viaja a Italia para persuadir al hijo de un magnate de que vuelva a los Estados Unidos. Sin embargo, una vez allí quedará enganchado a un estilo de vida que siempre le había resultado inalcanzable y que, merced a una decisión terrible, hace pasar por suyo propio. Otto ejerce en la etapa de Slott de un Ripley sin la paranoia del personaje de Highsmith por ser descubierto, habiendo suplantado por completo al héroe que nunca pudo ser. Pero, ¿qué pasará cuando haga falta que Spiderman necesite el concurso del ‘borrado’ Peter Parker?
En este volumen asistimos a un primer aperitivo de lo que puede suponer esta dependencia negada, pero no será hasta más adelante que veremos el verdadero alcance de lo que se esconde tras el fin de Horizon Labs. Mientras, en la sombra, dos amenazas van cercando al trepamuros. Una llega desde el bando de los aliados de Parker y la otra, como ya veníamos viendo desde el número anterior, del profundo laberinto de alcantarillas neoyorkino y del ejército que está reuniendo allí el Duende Verde. La primera vuelve a llevarme en volandas a la novela del siglo pasado, con la novia de Dickie, el investigador privado y hasta el propio magnate antes mencionado tratando de indagar en la red de mentiras que teje el protagonista del relato, mientras que la segunda nos va a llevar, inevitablemente, hacia el fin de una etapa del Hombre Araña que encumbró a su autor al Olimpo de la Casa de las Ideas.
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