El universo Marvel es inmenso, su única frontera es la que nosotros (más bien sus editores) le queramos poner. Es tan grande y rico que hasta las ranuras del propio universo albergan otro: el microverso, actor y escenario imprescindible de este encuentro entre las arañas más expeditivas de la nómina de héroes de La Casa de las Ideas, con permiso de Octopus, claro.
Pero, ¿qué es el microverso? Grosso modo y evitando caer en explicaciones farragosas que nos alejen del tema que nos ocupa, vendría a ser un universo de tamaño subatómico que existe entre las partículas subatómicas (valga la redundancia) y del que provienen los Micronautas, un supergrupo al estilo Guardianes de la Galaxia (ahora que están de moda) que tuvieron su momento de esplendor en los años 80.
Con esta información básica ya podemos meternos de lleno en un relato cargado de acción y simbiontes, un Matanza desatado y dos héroes: Veneno y Araña Escarlata, que andan tan perdidos como los lectores cuando detona la acción. Algo que no les impide salvar al mundo (y a nosotros gozar de la historia). Situado cronológicamente tras 100% Marvel: Veneno #4 y 100% Marvel: Araña Escarlata #1 y a pesar de estar formado por capítulos de ambas cabeceras, este relato no requiere un conocimiento muy extenso acerca de ninguna de las colecciones citadas, baste con tener ciertas nociones de quienes son los protagonistas y el enemigo a batir. De una parte tenemos a Flash Thompson, el otrora abusón de Parker en el instituto y fan declarado de Spider-Man que se ha reconvertido en agente de SHIELD. De otra se encuentra Kaine Parker, antes clon malvado, ahora vigilante oficial de Houston. Y completando la terna, el sádico Kletus Cassidy, que con un par de miniseries ha vuelto a la primera línea de la actualidad marvelita.
Muchos de los lectores más veteranos estarán pensando en Matanza Máxima, aquella saga aparecida en las páginas de Spider-Man en 1993, un blockbuster veraniego de calidad discutible pero que está en el corazón de todos los que crecieron con el trepamuros en aquellos años. Y salvo las connotaciones evocadoras del título, la crudeza de algunas de sus escenas y el villano que pone en jaque a nuestros héroes, pocas son las semejanzas entre una y otra historia. Pues, como comentaba un poco más arriba, aquí gran parte de la acción se traslada al microverso.
Veneno y Araña Escarlata se ven arrastrados a este extraño lugar en el que, tal como se desarrollan los acontecimientos, se decidirá el destino de nuestro mundo. El componente space opera que impregna gran parte de la obra es uno de sus aspectos más interesantes, ahora que series como Guardianes de la Galaxia (gracias a su adaptación cinematográfica), Saga o la fílmica Star Wars están en boca de todos. Así, aunque la trama no destaque por su originalidad y su desarrollo sea bastante sencillo, la acción y la aventura están garantizada, con una Araña Escarlata que no renuncia a sus raíces y a pesar de mostrarse mucho más duro y agresivo que Spider-Man, no pierde la ocasión de desenfundar su vis cómica. Desprende un carisma que se merienda a Veneno, su compañero de batalla.
Y si a los guiones el trabajo de Chris Yost está por encima al de Cullen Bunn, a nivel gráfico, la cohesión entre los tres artistas implicados es máxima. Khoi Pham se encarga de los números de Araña Escarlata, mientras que Declan Shalvey hace lo propio con Veneno y Lan Medina dibuja los especiales de apertura y cierre del tomo: Alpha y Omega. Un más que correcto trabajo artístico que le da un plus a una obra que deja abierta la puerta a una nueva miniserie protagonizada por Matanza ya editada en EEUU: Superior Carnage.
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