Planeta Cómic nos trae el segundo y último (de momento) de InSexts, una de las series del sello Aftershock que mejor ha calado entre público y crítica gracias a su capacidad de buscar su propia voz en un mercado, el norteamericano, en el que es demasiado fácil caer en refritos y sucedáneos de historias ya leídas hasta la saciedad. El mérito les corresponde a Marguerite Bennett y Ariela Kristantina, que han sabido conjugar sus talentos para dar forma a este relato de terror y erotismo feminista.
«Las historias que contamos crean el mundo en el que nacen nuestros hijos«
La dinámica del primer volumen se mantiene más o menos estable en este segundo tomo (que recoge los números #8-13 de la edición original), aunque no el relato no es exactamente continuista respecto a lo leído con anterioridad. Este nuevo arco argumental parte de la situación en la que lady Bertran y Mariah acabaron el anterior, pero la historia da un salto hacia delante hasta 1897 y cambia también la localización, con la pareja asentada en París. Estos cambios permiten a Bennett hacer borrón y cuenta nueva, renovar el plantel de secundarios, abrir nuevas tramas y dar portazo a las anteriores, tuvieran o no todavía recorrido.
El elemento sorpresivo de la naturaleza única de nuestras protagonistas obviamente se pierde en este libro; el problema es que también se pierden algunos de los atractivos que acompañaban a este característico elemento, como es el caso del terror. Este se diluye en una historia de venganza que pilla a las protagonistas de improviso, de la que no tienen nada que ver. Y aunque la guionista las integra bien en ella, hay ciertos momentos que no fluyen con la naturalidad que deberían. El espacio es el que es y el fuerte interés de la autora de recalcar y ampliar el discurso feminista que vimos en el primer volumen obliga a comprimir algunas escenas, sobre todo en la segunda mitad del libro, haciendo más evidentes los tirones del guion para forzar su desarrollo en la dirección marcada.
A diferencia de lo que sucedía con el primer tomo, aquí el mensaje no va de la mano del relato, no se alimentan el uno del otro, lo que juega en contra de ambas cuestiones. Ni el discurso igualitario funciona (parece impostado), ni la historia tampoco (falta algo de contexto y empatía hacia los personajes). No por dedicar más páginas para criticar los desmanes del patriarcado el mensaje va a ser más efectivo; al contrario, hay momentos en los que inevitablemente el lector desconecta de la aventura. Hay un evidente desequilibrio entre las intenciones y la narración que se habrían solucionado o bien alargando la historia uno o dos números más para poder desarrollar la trama de forma más orgánica, o bien acotando las consignas reivindicativas evitando redundancias, pues -de hecho- quien llegue a este segundo volumen ya conoce la naturaleza combativa de la serie, conoce la sensiblidad de la autora y -más importante- la comparte, no necesita que le persuadan.
Al final las buenas intenciones y la forma hieren la experiencia de la obra. Una pena.
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